

Blue Velvet
Season 1 Episode 13 | 1h 17m 48sVideo has Closed Captions
Grace of Monaco visits Velvet. Cristina learns things about Ana she never expected.
Grace of Monaco visits Velvet. Cristina surprises Alberto with a party at the country club and learns things about Ana she never expected.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

Blue Velvet
Season 1 Episode 13 | 1h 17m 48sVideo has Closed Captions
Grace of Monaco visits Velvet. Cristina surprises Alberto with a party at the country club and learns things about Ana she never expected.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-¿Por qué no estoy haciendo el vestido de novia -de Cristina?
-No tienes por qué hacerlo.
-Lo siento, Ana.
-No te preocupes, que estaré bien.
Lo he perdido, tío.
He hecho todo lo posible, pero la prefiero a ella.
-Está bien.
Tranquila.
Todo va a ir bien.
-¡Llamen a un médico!
-Don Emilio.
-¡Ana!
-¿Qué pasa?
-Ana, tu tío.
-¿Que mi tío qué?
-¿Cómo está?
-Ha sido una subida de tensión, -pero ya está mejor.
-Supongo que será de tu novio.
-¿No son de Pedro?
-Un momento.
¿No son tuyas?
-¿Se puede saber con quién tienes la cena?
-Con Sergio Casals.
Un admirador.
Y además, es productor cinematográfico.
-¿Novedades importantes?
-Sí.
Sergio me ha conseguido una audición para un anuncio.
-Vaya, sí que ha sido rápido, ¿sí?
-Nunca se sabe cuándo puede surgir la oportunidad.
-Créeme, Sergio sabe perfectamente cuándo puede surgir una oportunidad.
Es hora de celebrar.
-Y lo aprecio de verdad, pero no me gustaría que se confundieran las cosas.
-Estoy harto de encontrarme con este tipo de chicas, Mateo.
Calientan al personal como una vulgar ramera de tercer cuarto y luego... -Eso no tiene muy buena pinta.
-Un momento.
Si por un segundo crees que todo esto tiene que ver contigo, estás muy equivocada, amiga.
-Cállate.
-Me marcho de las galerías.
Sabe que yo siempre he querido un cambio de vida.
-Carmen se ha ido.
Y ahora estoy sola.
-Lo sé, no tiene por qué pasar por esto sola.
¿Por qué no me acompaña?
Iba a cenar solo, seguro que usted también.
Le prometo que antes de la hora estamos de vuelta.
-Está bien.
-A veces pienso que no te pregunto lo suficiente.
-¿Estás bien?
-He tenido dos faltas.
-¿Estás embarazada?
-Se va Manolito a Alemania.
Se lo lleva su madre.
-No puede coger y dejar al niño y luego llévaselo cuando le dé la gana, hombre.
-Sí puede.
Porque es su madre.
-¿Y tú eres su padre?
-Ven aquí.
Es que eres lo mejor que tengo, Rita.
-¿Pedro te besó?
-Sí hija, sí.
De sopetón.
-A ver si te va a estar empezando a mirar -con otros ojos.
-Pedro y yo somos amigos.
Y él está enamorado de mi hermana.
-Te propongo un juego.
Cada uno nos tenemos que hacer una pregunta.
Pero hay que ser 100 % sinceros.
De eso se trata.
-Dispara.
-¿Por qué tu padre te envió a estudiar a Londres?
-Porque me había enamorado de la chica equivocada.
-¿Cuánto hacía que no veníamos aquí?
-Mucho, supongo.
Cristina y yo hemos ido a hablar con el cura.
Ya tiene todos los papeles preparados.
-¿Vas a hacerlo?
-Adiós, Ana.
-¿Qué veis aquí?
-¿La princesa de Mónaco?
-¡Una imagen!
Nada vende más que una imagen.
-Pregunta por don Raúl.
Dice que es el secretario real del Principado de Mónaco.
-La princesa quiere pasar una tarde distendida, ajena a la presión de los fotógrafos, disfrutando de una de sus mayores aficiones, la moda.
-Señores, Princess Grace of Mónaco.
-Se me han puesto todos a esfuerzo para agradarme.
-¡Princesa, por favor!
-¡Princesa!
-¡Princesa, una foto!
-¿Está interesada en la nueva colección de las galerías?
-¿Ha sido tú quien ha llamado a los fotógrafos?
-Te lo dije.
Nada vende más que una imagen.
Mañana la fotografía de la princesa Gracia saliendo de nuestros almacenes estará en todos los periódicos.
[Alba Llibre: "Falling in Love"] -¿Princesa de Mónaco?
¡Chicos!
¡Que salimos con las revistas!
¡Salimos con las revistas, que somos famosos!
La princesa de Mónaco.
-¿Qué pasa?
¿Y a qué viene tanto escándalo?
-¿Escándalo?
Escándalo es ver como late mi corazón.
Y todo es por ti.
Te quiero mucho.
-¡Pedro!
-Que, que salimos en... en las revistas.
-¿Hay fotos dentro, salimos?
-Bueno, no sé, no la he visto, no la he podido ver.
-Pues voy a contárselo a Clara.
-Rita.
Que... me devuelva la revista luego.
-Qué roñoso eres, hijo.
Luego.
¡Clara!
¡Clara!
-¿Lo has visto?
-No, ¿el qué?
-Mira.
-No, no, aún no la he visto.
-"La princesa de Mónaco en las Galerías Velvet".
Ay, cuando lo vean en el pueblo, Clarita.
-¿Qué te pasa?
-No, no, a mí nada.
¿Por qué no te vas a desayunar y ya voy yo en cinco minutos y hablamos?
Que es que tengo que terminar de arreglarme.
-Claro, claro.
No vayas con esas pintas, que estás horrorosa.
Bueno, no te preocupes, yo ya te dejo sola, ¿eh?
-Hemos esquivado la bala.
-Mateos, es absurdo que te escondan, mi hermana ya lo sabe.
-Una cosa es que lo sepa y otra cosa es que lo vea.
-"Según fuentes de las propias galerías, la princesa quedó encantada con la controvertida colección del diseñador Raúl de la Riva".
-No creo que ella utilizará la palabra encantada, pero qué importa.
Con esta portada tenemos la mejor publicidad del mundo.
Y gratis.
Tengo que irme.
-¿Y volveré a verle esta noche otra vez, don Mateo?
-No.
Clara, ¿quieres salir conmigo esta noche?
A un sitio que te va a encantar.
¿Ves?
Es más tradicional, pero más apropiado para una chica como tú.
[♪ música alegre] -¿Don Mateo?
-¿Don Emilio?
-¿Qué hace por aquí tan temprano?
-¿Qué hace usted tan... de pie?
Le hacía en cama.
-No, no, ya estoy mucho mejor, muchas gracias.
-¿Algún problema?
-Problema no, ninguno.
Venía a dar la enhorabuena a los trabajadores.
Enhorabuena.
Muy buen trabajo, chicas.
Enhorabuena, de verdad.
-¿Se puede saber a qué viene tanta alegría?
-¿Aún no se ha enterado?
Dígame usted si esto no es lo mejor que le podía pasar a estas galerías en los últimos años, Don Emilio.
¿Qué digo años?
Décadas, décadas.
Quédesela, se la regalo.
-Se han vuelto todos locos.
¡Qué barbaridad!
Mira.
-No se ponga así, tío, que son buenas noticias.
-¿Has acabado los vestidos?
-Uno todavía no.
Este, bueno, lo estaría retocando una semana más.
-Está perfecto, está perfecto.
-¿De verdad le gusta?
-Doña Aurora lo compra, seguro, si no ha perdido el buen gusto.
-¿Dónde se cree que va?
-Te acompaño, así saludo a doña Aurora.
-No, de eso nada.
Ella sabe que usted todavía está convaleciente y el médico va a venir en unas horas.
-A darme la alta, estoy perfectamente.
-Y yo me alegro muchísimo por ello, pero hasta que el médico no le dé la alta no se mueve de aquí.
-Ana... discreción, ¿eh?
Si doña Blanca se entera de que estás haciendo vestidos para otra tienda... -¿Qué vestidos?
-Le va a quedar perfecto, créame.
-Doña Enriqueta, pase al probador y me avisa en cuanto se lo haya puesto.
Acompáñala, por favor.
-Buenos días.
-Buenos días.
Doña Aurora, soy Ana Rivera.
-Ya le dije a tu tío que yo nunca compro ropa a modistas.
Le dije que te vería, pues debido a los años de relación que nos unen.
-Y se lo agradezco muchísimo.
Mire, le he traído este vestido.
-A ver.
-A ver qué le parece.
¿Le gusta?
-Lo importante no es que me guste, sino que se venda.
Lo pondré en el escaparate, solo esta semana.
Si se vende bien, ya veremos si hacemos más.
Y si no se vende, no lo pago.
-Me parece justo.
[♪ música movida] -¡Lo sabía!
¡Lo sabía!
Sabía que esto iba a acabar pasando.
-Señor de la Riva, no lo esperaba.
-En cuanto he visto esto empapelando los kioscos, sabía lo que me iba a encontrar.
Lo sabía.
Escuche.
El sonido de las máquinas a toda potencia.
¡Esto es gloria bendita!
¡Vamos!
¡Vamos!
Cuidado ese despunte.
Doña Blanca, ha llegado el pedido de los rasos, pero hay... hay un error, porque las referencias -no coinciden.
-Lo que me faltaba.
-Yo hice el pedido.
Si puedo salir un momento, -lo reviso.
-Sí, vaya, vaya.
-¿Qué ha pasado?
-¿Cómo sabes que ha pasado algo?
-Porque debajo de esa mirada de cordero degollado veo un brillito que conozco muy bien, Pedro.
-Nada, que... que me ha llamado Manolito.
Que lo he notado muy triste y me ha dicho que me echaba de menos.
Y bueno, pues me quedan dos semanas de vacaciones, pues no sé si... -¿Vas a irte a Alemania?
-Yo te dije que me iba a ir contigo y me quiero ir contigo, pero... que se me ha echado a llorar y todo... -Sí, sí, claro, normal.
Si es que lo de la idea de Semana Santa era una absurdez.
-Ya, y también me ha dicho Rosa María que me puedo quedar en su casa.
-¿Eso te ha dicho Rosa María?
Pues qué generosa la Rosa María.
Pues nada, el niño, tú, Rosa María y Alemania.
Sí, total, dos semanas no son nada.
Vamos, ni nos vamos a dar cuenta de que te has ido.
-Bueno, pues nada, pues voy a organizarlo -todo porque me voy.
-Muy bien.
-Deberíamos de mandar un detalle a Mónaco.
-Ni pensarlo.
-Algo, un vestido, algo.
-No queremos que se enteren de este furor y cuenten la verdad.
Puede que esta noticia sea mentira, pero estas clientas son de verdad, y su dinero también.
Y ahora hay que disfrutar de las cosas buenas, centrarse en lo importante.
Patricia... En menos de tres días te vas a casar.
-¿Nervioso?
-No.
-Lógico, dudo mucho que vuelva a pasarte lo mismo que la última vez que llevaste a una mujer al altar.
¿Qué pasa, que todavía no podemos hablar del tema con naturalidad, señor Márquez?
-¡Alberto!
-Cristina, ¿te has enterado de la buena nueva?
-Sí, sí, sí.
He hablado con el padre Torres y me ha dicho que está todo bien en la iglesia, por fin.
Pero todavía falta confirmar dos docenas de invitados -y llamar al club de campo.
-Buenos días a ti también.
-Ay, sí, mi amor, ya lo sé.
Sí, yo sé que va todo bien y yo me alegro muchísimo.
Pero hay tantas cosas que hacer y quedan tres días para la boda, por ejemplo.
Dime que has hecho la última prueba de tu traje.
-¿El traje?
-No.
No, no queréis que me dé un soponcillo, por favor, Alberto.
-No te preocupes, luego me lo hago.
-Vale.
-Mira, ahí están.
Vamos.
-¿Quién?
-¡Enrique!
-El hermano mayor vuelve a casa.
-¡Qué alegría!
-¿Esa es Débora?
-¿Débora?
Bárbara.
-Bárbara De Senillosa.
Es verdad, se había casado con el hermano de Cristina.
¿Te acuerdas que la llamábamos Débora, porque...?
-Sí.
Ahora es mi futura cuñada, Mateo.
Por favor.
-Débora.
-Enrique.
-Alberto.
Tanto tiempo.
-¿Qué tal el viaje?
-Disfrutando de la ruta gastronómica.
Nos hemos parado en cada restaurante -desde San Sebastián a Madrid.
-Parece que le gusta la buena comida como a su padre.
-No seré yo quien le ponga pegas a eso.
-Hola.
-Alberto.
-¿Cuánto tiempo?
-Tanto que parece que fue en otra vida.
Aunque algo me dice que a partir de ahora vamos a vernos muy a menudo.
-Bueno, Alberto.
¿Por qué no nos enseñas las galerías?
Deben haber cambiado mucho desde la última vez que estuve.
-Sí, claro.
Por favor.
-Bueno, a lo mejor he exagerado un poco porque tenemos un día muy completito.
Después de la prueba de tu vestido para la fiesta de mañana, nos vamos directos al club de campo.
Allí tenis, comida, copa, después cena en casa de los Márquez y mañana fiesta otra vez en el club de campo con todos los invitados.
Y Alberto, hay que ser buen anfitrión.
-¿No te quedaban cosas que preparar de la boda?
-Sí, pero le he dicho a Ana que me eche una mano.
-¿Ana?
¿Quién es Ana?
-Ana es la modista que se está encargando del vestuario de la boda.
Bueno, es un encanto.
Ahora la vas a conocer.
-¿Te has hecho amiga de una modista?
-¡Qué gusto dar a ver a la familia unida!
-Padre.
-Padre.
-¿Y la nueva generación?
-Pues aquí está.
Bien, pero dando guerra.
No ha parado quieto ni un instante.
-Entonces es un Otegui, sin duda.
-Qué pena que mamá no esté aquí para vernos.
-Lo hace, cariño.
Claro que lo hace.
Alberto, ¿podríamos hablar un momento?
-Claro.
-¿Por qué nos vais a dar una vuelta?
Mientras los hombres.
-Hablamos de nuestras cosas.
-Claro.
¿Aprovechamos para hacer la prueba de tu vestido?
-Sí, por supuesto.
-Vamos.
-Hasta luego.
-Vamos.
-Este es el balance desde mi inversión.
No me malinterpretes, pero, francamente, tenía la esperanza de que el dinero que te di nos devolviera los números que las galerías gozaron en su momento.
-Los números están lejos de ser los que conseguía mi padre, pero a este ritmo, en menos de un mes, hemos recuperado la inversión.
-Ahora toca centrarse en la nueva colección.
-Avisaremos al taller y nos pondremos a trabajar en cuanto antes en los nuevos diseños.
-No creo que tenga mucha experiencia en eso, pero primero habría que encontrar a un nuevo diseñador, ¿no?
-Raúl de la Riva cobra demasiado.
Volver a apostar por él sería un suicidio.
-Perdona, Enrique.
Este negocio va más allá que la rentabilidad a corto plazo.
Si quieres, te lo puedo explicar luego.
-¿Por qué no ahora?
-Porque estamos explicándole a tu padre las previsiones.
-No se lo has contado.
-No.
Por eso quería hablar contigo, Alberto.
Yo tengo otros negocios.
No puedo estar todo el día pendiente de estas galerías.
A partir de hoy, mi hijo Enrique será mis ojos y mi voz en esta empresa.
-¿Y tu empresa en San Sebastián?
-¿El negocio se maneja solo?
-Enrique es el mejor en gestión empresarial.
Montó su negocio con 25 años y siempre ha dado beneficios.
Es la mejor incorporación para este momento.
Las empresas se lo rifan.
Tenemos suerte de que haya dicho que sí.
-Es una suerte, sí.
-Sabiendo que mi futuro cuñado estaba en problemas y necesitaba mi ayuda, no podía negarme.
Vamos a darle la vuelta a esto, Alberto.
-Te lo prometo.
-Antes de que Raúl de la Riva y su cabezonería nos lleven a la ruina.
-Le hemos dado un nuevo impulso a las galerías.
Yo creo que lo mínimo que podemos hacer es darle -un voto de confianza.
-Se lo dimos.
Falló.
Alberto, hay otros diseñadores.
Por lo que cobra este, podríamos ir a los mejores talleres de costura y... -Estos ya son los mejores talleres de costura, Gerardo.
-A ver, un momento.
Podemos hablar con de la Riva e intentar que se modere -para la siguiente colección.
-¿Con su ego?
Dudo mucho que claudique.
Alberto, tenemos que avanzar sobre seguro.
Hay que prescindir de sus servicios.
-No.
Lo siento, no puedo permitir que le despidáis.
-No, claro que no.
Nosotros somos los accionistas mayoritarios.
Tú eres el director.
Es tu obligación, no la nuestra.
-Gerardo... -Alberto.
Económicamente es lo más inteligente.
Son datos objetivos.
-No creo que tenga sentido discutir más.
Busca otro diseñador.
-Buenos días, ¿doña Blanca podría avisar a Ana?
Necesito ultimar unos detalles con ella y ajustar el vestido que encargamos para mi cuñada.
-Ana se está ocupando de unos asuntos personales, pero Luisa y yo podemos hacernos cargo.
-Ah, y como no me han avisado.
Necesito que sea Ana, a estas alturas es la que sabe lo que hace falta... -Ana llegará en cualquier momento, no se preocupe.
Y mientras, si quieren, pueden ver cómo ha quedado el vestido de novia.
-Sí.
¡Vas a estar preciosa, Cristina!
-Bueno, queda ajustar algunas cosas... -Dime que te lo vas a probar.
-Ah, no, no, no, no me vas a ver dentro de ese vestido hasta el día de la boda y para eso quedan dos días y aproximadamente 22 horas.
-Perdón.
-Ana.
-Siento mucho el retraso.
-Menos mal que has venido.
Mira, te presento a mi cuñada, Bárbara.
-Mucho gusto.
-¿Está listo mi vestido ya?
-Sí.
-Ana, Luisa la ayudará con los ajustes.
Cualquier problema ya sabe dónde encontrarme.
-Muchas gracias, doña Blanca, lo siento.
Puede probar aquí detrás, si quiere.
-Menos mal que has venido, he estado a punto de montarle un lío a doña Blanca.
Es que estoy insoportable con la boda, va a acabar con mis nervios.
Estos días no va a haber -quién me aguante.
-No se preocupe, que todo va a ir perfecto.
-¿Así que esa es tu modista?
-La mía y la de Alberto.
Es estupenda, ya verás.
-Y muy guapa para ser modista, ¿no?
-¿Le ayudo?
-Chica, el bajo.
-¿Lo querrá así o más bajo?
-Basta con que no me lo pise al andar.
Si me caigo y salgo rodando a ver quién me para.
-Pero tú has visto lo guapa que estás.
Estás preciosa, si tienes una luz.
-Sí, ¿verdad?
Mi madre dice que va a ser niño, que cuando nos ponemos tan guapas es porque es niño.
Hay que ver cómo somos las mujeres entre nosotras, que nos robamos la belleza.
-¿Qué?
-Mira.
-¿Lo notas?
-Sí.
Hola, mi sobrinito.
A ver si da otra.
-Te deforma el cuerpo, te entran mareos, ganas de vomitar, Te da patadas siempre que puede, pero aun así es increíble como puedes llegar a quererlos sin ni siquiera haberle visto la carita.
Chica, ¿has terminado ya?
No tenemos todo el día.
-He recordado que tengo un recado que hacer.
-Pero su jefa había dicho... -Déjalo, déjalo, está bien.
-Yo puedo terminarlo, doña Barbara.
¿Pero Luisa, ¿se puede saber por qué te ha sido así?
-Está embarazada.
-¿Qué?
-Lo siento, Luisa, no me podía aguantar.
¿Por qué me voy a aguantar si es una buena noticia?
-No, no lo es.
-Claro que sí.
¿A que sí, Ana?
-Puede parecer un momento muy complicado, pero tú siempre has querido ser madre.
-Sí, claro.
-Luisa, a veces las cosas no salen cuando las esperamos y no se pueden cambiar, pero hay que verles el lado bueno.
-A lo mejor sí que se pueden cambiar.
-Pero tú no estarás pensando en... -¿En qué?
¿En algo horrible?
Pues sí.
No puedo quitármelo de la cabeza.
-Eso es porque te ves sola, pero no estás sola.
Que ese niño no va a tener un padre, pero va a tener tres madres.
-Claro.
No hagas nada de lo que te puedas arrepentir, Luisa.
Mira a Pepita lo mal que le ha pasado.
Que por algo está prohibido, mujer.
¿Tú sabes cómo te hacen eso?
No te lo voy a contar, porque no hace falta, pero ya verás que cuando lo tengas en brazos y le veas la carita, se te va a pasar todo.
-Ay, que va ir todo bien.
-No me vas a creer cuando te lo diga pero... -Ya lo sé.
Es injusto.
Tiene mucho talento y no hay nadie como él en el taller.
-No se lo merece.
Volvamos a las oficinas.
-Alberto, tu suegro... -Ya lo sé.
Vamos.
-Pedro.
-Rita... Rita.
Rita Montesinos, quería hablar contigo.
No quiere hablar.
Vale, Rita Montesinos.
Te tengo que decir una cosa.
Te tengo que decir una cosa muy importante, de verdad.
-¿El qué?
-¿Qué?
-¿Qué cosa importante?
-¿Qué?
Yo no estaba hablando con usted.
-¿Ah, no?
-No.
-¿Entonces con quién estaba hablando?
-¿Eh?
Con... -¿Qué?
-Con... -¿Con quién?
-Con Rita.
-¡Con Rita!
¡Ah, vaya!
Rita, le requiere.
No me la entretengas.
-Rita.
-¿Pedro?
-¿Puedo hablar contigo?
[♪ música divertida] Es una tontería lo que te voy a decir, pero no tiene importancia.
¿Tienes algo que hacer esta noche?
-No.
-¿Quieres salir conmigo?
-¿Eh?
-Al, al Pausa.
No me malinterpretes que como es la última noche que paso aquí y me voy mañana a Alemania, pues... -Claro.
-¿Sí?
-Sí, sí.
-Sí.
Ana, ¿por qué no te vienes con nosotros esta noche al Pausa?
Que llevas todas las semanas sin salir y además tu tío ya se ha recuperado.
-Bueno, no.
-No... o sea, no seas injusta con ella porque a lo mejor tiene que cuidar de su tío.
Si no te apetece salir, a mí no me apetece... -Tienes razón Pedro, que yo todavía estoy muy preocupada por mi tío y vosotros sí pasarlo bien.
-¿A qué hora te recojo?
-¿A las 9:00?
-Sí.
-Vale.
-De verdad que tú ni eres amiga ni eres nada, que esta noche va ser un calvario, Ana.
Que si Alemania esto, que si Rosa María aquello.
-Que no, que no te va a hablar de eso Rita, pero ¿no lo ves?
Que Pedro no quiere que vaya.
Que ya sé que no te gusta... -Que no, que da igual.
Venga, déjate de pali, que nos cierra la tienda.
-¿Tú crees que es buena idea con lo sensible -que está Luisa ahora?
-Eso son las hormonas.
Ya verás que cuando vea lo que le llevamos se le quita el desasosiego ese que tiene.
-Vamos.
-Y si te vuelvo a ver con esas uñas no sales del almacén en un mes.
-Sí señorita.
-Parece que no le ha costado acostumbrarse al cargo.
-Me temen casi tanto como a usted.
-No confunda el temor con el respeto, hágame caso.
Y ahora puede volver a su puesto, ya no hace falta que me sustituya.
-¿Seguro?
Sí, seguro que está usted bien.
¿No le gustaría tomarse unos días más de descanso?
-¿Se puede decir que no se alegra de mi mejoría?
-No, no, claro que me alegro.
Solo que no me gustaría que usted tuviese una recaída por incorporarse demasiado pronto.
-No se preocupe, los médicos han dado su consentimiento.
-Bienvenido Don Emilio.
-Gracias.
-¿Vas a tomarte el día libre?
-Cristina me ha pedido que pase el día con su hermano y su cuñada.
-Aprovecha tú que puedes.
A mí me queda todo un turno a las órdenes de Don Emilio.
-Sabías que el puesto de encargada era provisional.
-Sí.
Bueno, antes de saber que había nacido para ello.
Ahora que lo he descubierto, no pretenderás que me quede como estoy, ¿no?
-Aprovecha tú que puedes, Patricia, que yo en dos días estoy casado y ya se me ha acabado el tiempo para mí.
-Sí, ya sé que no te gustan estos paripés, pero las bodas son así.
La iglesia, el cura, las alianzas, los invitados, las flores, la madrina el padrino.
-¿Qué pasa?
-Que había olvidado una cosa.
¿Quieres ser mi madrina, Patricia?
-¿Yo?
¿Y mi madre?
-No pretenderás que lleve del brazo a una persona que se ha pasado toda la vida intentando arruinar la mía.
Intentó alejarme de mi padre, se ha metido en mi vida personal, Sé que es tu madre, lo siento.
-Sí, es mi madre, así que vamos a dejarlo.
Aunque mi relación con ella no pase por el mejor momento.
-Ya, pero entenderás que no le tenga mucho precio.
Y que prefiera que seas tú la que me acompañe en el altar.
Si quieres, claro.
-¿Quieres?
-Sí, sí.
-¿A dónde vas?
-A buscar el vestido.
-Hasta luego, madrina.
-Buenos días.
-Buenos días.
-¿Hablaste con De la Riva?
-Estas cosas son delicadas, Enrique.
Pueden afectar a la imagen de la empresa.
Hay que hacerlas bien.
-¿Sacas?
-Mejor saca tú.
Llevo mucho tiempo sin venir.
-Pues vete acostumbrando.
Porque mi hermana se ha pasado más tiempo aquí que en el colegio.
-Antes de irme a Londres venía bastante.
Ahora no tengo que hacer lo que hice a mi padre.
-Ahora tendrás que hacer lo que diga tu mujer.
-15-0.
Tu hermana y yo tomamos las decisiones a medias.
-¿O eso te hace creer?
-No es lo que creo, es lo que es.
-Conozco a mi hermana.
-Yo también.
-¿Y ella?
¿Te conoce a ti?
-Yo no escondo nada.
-Casi nada.
Te olvidas de la carta de tu amante.
-Punto.
[♪ música animada] -Puede que no sea, el mejor es la pista.
Pero te llevas al soltero más preciado de toda la ciudad.
-Que no, que es bueno.
No sé, debe estar nervioso por la boda.
-Sí, seguro.
Seguro que es eso.
-Hay que ver, ¿eh?
Bárbara, el que la sigue, la consigue.
Mira que yo llevo años siguiendo.
-Nunca entendí por qué tardasteis tanto en prometeros.
Si estáis hechos el uno para el otro.
-Bueno, él ha estado todos estos años en Londres y volvió hace un par de meses.
-Y a pesar de la distancia y de todos esos años, triunfasteis.
Como es el primer amor que nunca se olvida, ¿verdad?
-Bueno, es que... al parecer yo no fui su primer amor.
-Ah, ¿no?
-Parece ser que su padre decidió que la chica no le convenía y por eso le envió a estudiar a Londres.
-¿Pero qué, era una chacha o qué?
-Pues no lo sé, estuvimos hablando del tema pero no me lo dijo.
Mira que tengo curiosidad pero no he querido preguntarle para no darle más importancia de la que tiene.
-Haces bien.
Es tontería remover el pasado.
-Ya, pero me acabas de decir que el primer amor no se olvida.
-Bueno, lo que te quiero decir es que ahora Alberto y tú estáis juntos, ¿no?
Bueno, pues eso es lo que importa.
[♪ música animada] -Oye, qué raro que no esté Luisa en la habitación, ¿no?
-Pues yo creo que estaba en su cuarto y que no nos ha querido abrir, fíjate lo que te digo.
-Qué mal pensada eres, Rita.
-Que no, que Luisa es muy así.
Cuando se pone tristona, se cierra, no quiere saber nada de nadie.
-No como tú, ¿eh?
-Oye, que yo no he dicho que lo mío sea bueno tampoco.
Ay hija, yo qué sé, que ya se lo damos -mañana y eso.
-Sí, venga, que te tienes que poner guapa para tu cita.
-No te pongas a imaginar que te conozco, que eres muy lianta.
Un poco de colorete tampoco le viene mal a nadie, ¿no?
Menos a mí, que parezco un cadáver.
-Fuera gafas.
-Si te apañas sin ellas.
-Ay, mírame, vestida con la ropa de los domingos.
Te pones tan pesada que cualquiera te dice nada.
-Pero mírate, que estás preciosa.
Y va ir todo fenomenal, ya lo verás.
-No sé, Ana.
-¿Sí?
-Ana, ¿puedes venir un momento?
-Claro, ¿está usted bien?
-Acompáñame a la habitación, por favor.
-Suerte.
-Gracias.
-Ay, don Emilio.
-¿Pero qué ha pasado?
-Es tuya.
-Ha debido costarle muchísimo dinero.
-Para respetar los plazos de doña Aurora necesitas la mejor.
-¿Qué plazos?
-Han llamado de la tienda hace unas horas.
Han vendido tu vestido.
-Pienso devolverle hasta la última peseta.
-Con que cumplas con el encargo me conformo.
Tres vestidos más, para mañana.
-¿Para mañana?
¿Pero con todo el jaleo de la boda eso es imposible?
-Sospecho que tu compromiso es menor de lo que yo pensaba.
-Bueno, la noche es larga y... he hecho cosas más difíciles.
-Tienes razón, la noche da mucho de sí, si no se pierde el tiempo.
-Tienes las flores, tienes el dinero en el bolsillo, ahora solo te falta saber cómo demonios lo vas a decir.
No sé cómo lo vas a hacer, pero puedes hacerlo.
-Pero Pedro, mírate, te has hecho un pincel.
-Sí.
-Supongo que es la gran noche.
-Sí, bueno, deséame suerte, por favor.
-Suerte.
Pero te advierto que con esta percha no te va a hacer falta.
-Bueno, gracias.
Gracias.
[♪ música animada] -Uy, disculpe, disculpe.
Uy, que lo tiro.
Disculpe, disculpe.
Rita.
¿Te gustan las flores, entonces?
-Mucho.
Y más todavía si las viera.
-Qué pena que se te hayan roto justamente hoy las gafas, ¿no?
-Mucha, sí.
-¿Chin?
-Chin.
-Rita.
-¿Bailamos?
-Claro.
[♪ música animada] -Así que ahí estaba yo, plantada en la puerta de la iglesia, preciosa con mi vestido, pero con un frío que no veas.
-La novia esperando al novio.
-Tú no me hagas eso, ¿eh?
-Perdonen ustedes, pero la culpa no fue mía, el coche se estropeó.
-¿El coche?
Cielo, el día de la boda me dijiste que fue cosa del despertador.
-Cazado.
-Bueno, digamos que fue una noche muy larga.
-Sí, pues menos mal que Alberto no es de noches muy largas.
-Qué ni se le ocurra.
A un hijo se le perdonan muchas cosas, pero a un yerno... -Cuidado, que te puedo pegar una paliza y no precisamente al tenis.
-Ay, cuánto me alegro de tener a toda la familia reunida por primera vez.
Va a ser una boda maravillosa.
-Bueno, yo es que tengo un regalito.
-¿Cómo que un regalo?
-Sí.
-No me digas que tú no lo has comprado nada.
-Que no pasa nada, que no pasa nada, si es una tontería, es que como lo hemos pasado tan bien esta tarde en el club de campo, no me he podido resistir.
-¿Carnet de socio?
-Sí, y preferente.
Creo que el club de campo es un lugar ideal para hacer deporte, relajarte con los amigos, la familia, los niños.
-Muchas gracias.
No me lo esperaba, la verdad.
-¡Uf!
El que seguro que no espera es este.
Voy al baño.
No te preocupes.
[♪ música suave] -Buenas noches.
-Buenas noches.
-Pepita.
¿Puedo hablar contigo un momento?
-Sí, claro.
-Es que tengo un problema y creo que el año pasado tú también lo tuviste.
-Menos mal que conseguí llegar a tiempo el tocador.
-Las ostras se comen crudas.
Es la única forma en la que se puede apreciar su sabor.
-Buenas noches.
-Hasta mañana.
-Pero no te preocupes, la próxima vez que volvamos, -le decimos al cocinero... -¿Por qué has hecho eso?
Ibas a besarme y de pronto me has separado.
-No querrás que esto se convierta en el afer de oficina más comentado de todo el año.
-Ah, ¿así que esto es un afer de oficina?
-Lo que sea, Clara.
¿A quién le importan las palabras habiendo hechos?
-Bueno, las palabras definen cosas y las cosas tienen un nombre.
Yo soy Clara, tú eres Mateo, esto es calle.
-Es una definición muy interesante pero creo que un poco anticuada para una chica tan poco corriente como tú.
-¿Y si resulta que soy una chica corriente?
Mira, yo antes pensaba como tú, que no había que definir las cosas.
Pero a lo mejor es que nunca había sentido esto.
Y aunque a veces me dan ganas de matarte y ahora mismo te arrancaría la cabeza... resulta que te quiero.
[♪ música divertida] ¿No vas a decirme nada?
-Clara, eres una chica estupenda.
Y por ti he hecho cosas que no había hecho por ninguna otra mujer.
Porque eso no puede ser suficiente.
-Pues porque a veces las cosas cambian.
Porque yo no sé si quiero seguir haciendo que no me importa que no me lleves a tu casa o que no quieras que mi hermana nos vea juntos.
Si a ti eso te da igual, pues a lo mejor me he equivocado contigo.
Buenas noches.
-Bueno, ha sido divertido, ¿no?
-Sí, divertido.
-Divertidísimo.
-Sí.
Yo me lo he pasado fenomenal bailando y tal.
-¿Rita?
Que yo te quería decir una cosa.
-¿Qué?
-Rita.
Rita, ¿podemos hablar?
-Sí, un momento, ahora voy.
-Hola, Pedro.
-¿Qué ibas a decir?
-Que buenas noches.
-Buenas noches, Pedro.
-¡Ay, Rita!
Es que yo no sabía que esto dolía tanto.
-Si es que estás acostumbrada a que sean los demás los que sufran por ti.
Pero alguna vez tenía que tocarte.
-Rita, que se supone que me tienes que animar a mí.
-Ya, perdona.
Bueno, tú no te preocupes por el dolor ese.
Porque al principio es así todos los días, pero... pero bueno, lo ves y... y pues tienes ganas de comértelo a besos.
Pero no puedes porque, claro, él no siente lo mismo por ti.
Aunque a ti te gustaría creer lo contrario.
Y además se va lejos.
Se va muy lejos.
-¿De qué narices estás hablando?
-Que se va, que se va... que está lejos de ti.
Clara, pero de verdad, que tú no te preocupes, que al final te acostumbras.
-¿Y qué haces tú con estas flores?
-¿Y sin gafas?
-Bueno, pues ¿yo qué voy a hacer?
Clara, ¿qué voy a hacer yo?
Mira, que es una historia muy larga.
Ya te la cuento si es otro día.
¿Vale?
Ay, Ana, no sabes qué noche.
Dios mío.
-¿Y esto?
-Una máquina de coser.
-Pero si es mejor que las del taller.
-¿Hace zigzag?
Dime que sí.
-Sí.
-¿Y tú por qué la tienes?
-Porque me la regaló mi tío.
Estoy haciendo vestidos para la boutique de doña Aurora.
-Ana, que nos lo tienen prohibido.
-Ya, por eso no vas a decir nada.
-Solo lo sabe mi tío.
Ay, Rita, que igual es un poco pronto para decirlo, pero yo creo que esto va en serio.
Que el vestido que le he llevado se ha vendido y me ha encargado más.
-Pero no te das cuenta de que te pueden echar a ti y a tu tío.
-Hija, es la manera que tengo de olvidarme un poco de Alberto y de todo.
-Déjame que te ayude.
A ver si yo me olvido de Pedro.
-¡Oye!
¿Y con Pedro qué tal?
-¿Qué qué tal?
Pues que Pedro no me quiere.
Y deja ya de llenarme de pájaros la cabeza que bastantes tengo ya.
¿Cuántos has dicho que hay que hacer?
-Mejor no te lo cuento.
-Madre de Dios.
-Ana, es la hora.
-Al final solo me dio tiempo a terminar el que estaba a medias y este.
-No pasa nada.
Doña Aurora solo quería dos.
-¿Por qué me dijo tres?
-Para asegurarme de que ibas en serio.
¿Has puesto las etiquetas?
-No, todavía no.
-Por cierto, nos han pedido el nombre del diseñador.
Tendrás que inventarte uno.
-¿Me dejas su bolígrafo, tío?
Phillipe Ray... -Me sorprende, Clara, a mí me gusta mucho su trabajo.
He conocido muchas personas que querían ascender, y ninguna que quisiera descender.
-Don Alberto, para mí volver a ser dependienta no es descender.
-Si usted lo tiene claro, no puedo decir nada.
-Gracias.
-Que tenga suerte.
-Buenos días.
-¿Qué haces?
-Recoger mis cosas.
Ya no soy su secretaria, vuelvo a ser dependienta.
-Clara, sé que siempre he bromeado con eso de la experiencia, pero eres buena en tu trabajo, muy buena.
-Puede que a ti no te importe, pero yo no soy de piedra.
Y no puedo quedarme aquí fingiendo que no ha pasado nada.
Si me disculpa, don Mateo.
-¡Clara!
Espera.
Clara, a ver.
-Mateo Ruiz Lagasca, dichosos los ojos.
-¿Déb... Bárbara?
-Sí, me disculpa.
-¿Qué haces aquí?
-Ya sabes lo que dicen.
"Si tú no vas a la montaña..." ¿cuándo pensabas acercarte a saludar?
-Clara, espera.
Que... que no olvide que dentro de un par de días tendrá listo su finiquito.
-Buenos días.
-Buenos días.
-¿Y eso?
-Desde mañana vuelvo a ser dependienta.
-Pues yo pensaba que estabas a gusto ahí arriba.
-Pues ya ves, las cosas no son siempre lo que parecen, ¿no?
-De hecho casi nunca lo son.
-No, no, no, no lo son nunca.
Bueno, de hecho me gustaría hablar contigo de algo importante o, bueno, tampoco tiene mucha importancia.
O sea, han pasado muchas cosas entre nosotros en este tiempo, ¿no, Clara?
Y he de decir que tú no has hecho bien las cosas.
-Ay, mira, Pedro, de verdad que yo no tengo el día para sermones.
-Me gusta otra mujer.
-¿Te gusta otra mujer?
-Bueno, pues muy bien, ¿no?
-¿Muy bien has dicho?
O sea, ¿no te importa?
Uf, no sabes el alivio que es para mí, ¿eh, Clara?
-Yo tenía un tapón en el estómago que no me dejaba declararme.
Bueno, de hecho tenía la sensación esta, que tú la habrás tenido también, que eres infiel.
Sabes que tú y yo hemos estado muchos años juntos, y al fin y al cabo, Rita es tu hermana... -Un momento.
¿Estás enamorado de mi hermana?
-Cuidado, cuidado, que hace diez segundos has dicho que no te importaba nada, ¿eh?
-¿Pero cómo no me va a importar?
-¡Que es mi hermana!
-Bueno, ya lo sé.
-Y luego la víbora soy yo, por empezar a salir con Mateo después de dejarlo contigo.
-Eh, no es lo mismo, ¿eh?
-No, no, claro que no es lo mismo.
Es que yo no me he enamorado de tu hermano.
-De verdad.
O sea, si a ti te importa, de verdad, yo me trago mis sentimientos, me callo y punto.
-Pues eso es lo que tienes que hacer.
Me ha faltado a mí para rematar el día.
-Oh, Clara... Clara, oye, no se lo digas a tu hermana, ¿eh?
-¿Sabes por qué no suelo quedar más de dos veces con la misma mujer?
-¿Por qué?
-Porque me aburro.
Pero con Clara es diferente, es divertida, me reta constantemente.
¿De qué te ríes?
-Te estás enamorando de Clara, Mateo.
-No me toques las narices, Alberto.
-Nunca me has hablado así de una mujer.
-No te confundas, no soy como tú.
No busco una chica para que sea mi novia para comprar una casa en la sierra.
Solo de pensarlo me da enarcadas.
-¿Te puedo hacer una pregunta?
¿Estás enamorado de Clara, sí o no?
¿Estás enamorado de Clara?
-No estoy enamorado de Clara.
Pero me siento culpable de que renuncie por mi culpa, -solo es eso.
-Podría ser peor.
-¿Ah, sí?
-¿Sabes que ya soy socio -del club de campo?
-¿En serio?
-Preferente.
-Es peor.
-Es mucho peor.
Y no solo eso, tengo que soportar al toca-pelotas de mi cuñado, que es el mayor toca-pelotas de la historia.
No solo en el trabajo, también en las cenas, que van a ser muchas y en el club de campo.
-¿Te ganó el tenis, verdad?
-Sí.
Lo peor de todo es que Cristina está empezando a hablar de tener hijos.
-¿Otro doble?
-Por favor.
-Buenos días, Doña Blanca.
-Buenos días.
-Don Emilio, me gustaría preguntarle si me puede prestar a Esteban esta noche lo necesito para unas telas.
-Muy bien, claro que sí.
-Gracias.
-Maximiliano, ¿sabe dónde está Esteban?
Necesito que ayude esta noche a doña Blanca con unas telas.
-Creo que está en el descanso.
Si quiere, yo mismo se lo digo.
-Gracias.
-Está esperando tu llamada.
-Doña Paulina, soy Luisa.
Tengo el dinero.
¿Esta noche?
Bien.
En las galerías, en el callejón la espero.
Sí, gracias.
-¿Pero dónde te has metido que llevamos buscándote desde ayer?
-Hablando por teléfono con mi madre.
-¿Se lo has contado?
-No, no, no, es pronto.
-Es muy pronto, claro.
Bueno, pues ya sí, eso en otro momento, ¿no?
-Mejor.
-¿Qué pasa?
-Nada.
-¿Qué llevas ahí?
-Es para ti.
-¿Para mí?
-¿Te gustan?
Podemos cambiarlos si quieres.
-No, sí, me encantan.
-Es nuestra manera de decirte que te vamos a apoyar y que vamos a estar contigo en esto del niño.
-Gracias.
-Alberto, acabo de ver entrar a Raúl De la Riva y por su gesto yo diría que no has cumplido con la petición de mi padre.
-Efectivamente, no lo he echado.
-¿Y a qué estás esperando?
-¿Sinceramente?
A que tu padre cambie de opinión.
-Creí que lo conocías un poco mejor.
-Yo creía que venías a esta empresa a ayudar.
-Efectivamente, y eso quiere decir que me aseguro de que se cumplen sus peticiones.
-Enrique... -Si no lo haces tú, va a acabar pidiéndomelo a mí.
Y sinceramente, ninguno de los dos queremos eso.
¿Verdad?
Que sea antes de la junta de hoy.
-¡Bonjour!
¿Subes o bajas?
¡Uy!
Vaya cara, si te casas dentro de nada.
-Raúl, tengo que hablar contigo.
-Ahora no puedo, tengo que bajar al taller a trabajar.
-Puede esperar.
[♪ música suave] -Aquí tiene el resto de la ropa.
-Tutéame, por favor.
-Así es como debe dirigirse una empleada a su jefe.
-Ya lo sé, pero yo no me acostumbro.
¿A ti no te suena raro?
-Sí.
Cuidado.
Bueno, supongo que tengo que darte la enhorabuena.
Parece que la colección... está funcionando muy bien, ¿no?
-Sí.
Las cosas por arriba empiezan a tranquilizarse.
-¿Y lo de las revistas funcionó?
-Nunca pensé que me fueran a gustar esas revistas.
Mira.
¿Tú qué tal por aquí?
-Bien, también.
Volviendo a la normalidad poco a poco.
[♪ música suave] -¿Bueno, qué?
¿Cómo te ves?
-Si ves que no está perfecto, puedo venir otro momento.
-No tengo mucho margen.
Y solo hacen falta unos retoques.
-Señorita Cristina, iba a subir el vestido de doña Bárbara al probador.
-Ah, pues perfecto, porque precisamente -veníamos a ver cómo iba.
-Pues si me acompañan, podemos hacer la prueba ahora mismo.
-Genial.
¡Eh, eh!
¡No, no, quieta!
No mires.
No mires, no querrás ver a Alberto vestido de novio.
-¡Ah!
Pero si es él el que no me puede ver a mí.
¿Qué?
¿Cómo está?
¿Se le ve ilusionado?
-Bueno, ya sabes cómo son los hombres para estas cosas.
-¿Y está guapo?
-Mucho.
Está con tu modista, Ana, ¿no?
-No es mía.
Trabaja en las galerías, ya lo sabes.
-¿Y desde hace mucho?
-Pues la verdad es que no lo sé.
¿Pero a qué viene ahora esa pregunta?
-Nada, ya me conoces, soy una cotilla.
-Buenas tardes.
La junta nos ha estado dentro de dos horas.
-Buenas tardes.
Ya lo sé, y vengo a hacerme la última prueba de mi vestido.
Porque con tanta prensa, quiero ser la madrina más radiante.
-¿Cómo que la madrina?
¿Nadie le ha pedido que sea mi madrina?
-Pero eso es lo natural, Alberto, que el novio vaya acompañado de su... -De su madre.
-Te equivocas en una cosa, hijo.
Sí me lo han pedido.
Deberías hablar un poquito más con tu futura esposa.
-¿Tú le has pedido a Gloria que sea nuestra madrina?
-Claro.
¿Por qué?
¿Qué pasa?
-Si te parece, yo te espero fuera, Cristina.
-Lo podrías haber consultado, ¿no te parece?
-¿Qué?
Gloria es tu madre.
-Gloria no es mi madre, Cristina, y es la última persona que querría que estuviera en el altar.
-Bueno, Alberto, lo siento.
No sé, pensé que era lo lógico, mi padre y tu madre.
-Patricia va a ser la madrina.
-Espera un momento, espera, Alberto.
Yo sé que has tenido tus diferencias con Gloria, pero no querrás que todo el mundo se ponga a comentar.
-La gente que comente lo que quiera.
Es mi boda, no la de ellos.
-Es nuestra boda.
Y queremos que la gente hable de ella por lo maravillosa que era la comida, por lo felices y guapos que estaban los novios, y no por los problemas familiares que no benefician a las galerías y que se evidencian si apartas a tu madre de esto.
-Ya te he dicho que no es mi madre.
-Bueno, Alberto, perdóname, tu madrastra, lo siento.
No te pongas así, por favor.
Si quieres lo hablamos esta noche en el club.
-¿El club de campo?
-Sí.
Porque vas a venir, ¿no?
Alberto, va a estar ahí todo Madrid.
-Ah, que va a estar todo Madrid, Cristina, felicidades.
Son tus invitados, no los míos.
Tampoco has querido contar conmigo para esto, ¿y sabes por qué?
Porque de haberlo hecho te habría dicho que no, y lo sabes.
No me gusta ese club, no me gusta esa gente, no me gusta.
Es tu mundo, Cristina, no el mío.
-Ya es la hora, pueden marcharse.
-Aún quedan... -He dicho que es la hora.
Hasta mañana.
Muchas gracias.
-¿Usted conoce el valor de todo lo que ha tirado?
-Que me lo descuenten del finiquito.
-¿Cómo dice?
-"Las Galerías Velvet y Raúl De la Riva, una separación amistosa".
Ese es el titular de mañana.
Le regalo la exclusiva.
Me han puesto de patitas en la calle sin ninguna contemplación.
-Lo siento, no lo sabía.
-Ya, ya sé que no lo sabía.
La moda es un amante ingrata.
Primero te ama y luego te odia.
Es lo primero que te enseñan y lo primero que olvidas.
Voy a echar mucho de menos todo esto.
Incluido a usted, doña Blanca.
¿Quién me lo iba a decir?
-Cualquier casa mataría por contar con sus diseños.
-Pues a esta le parezco caro y complicado.
-Eso es todo.
-¿Le parece poco?
-Mire por la ventana.
¿Ve la Torre Eiffel?
París es París.
Pero España es otro mundo.
¿Quiere triunfar por fin en su país?
¿Quiere seducir a nuestras clientas?
Escúchelas.
Hable nuestro idioma y tendrá estas galerías a sus pies.
-¿Raúl?
¿Qué haces aquí?
-Sé que fue usted el que tomó la decisión.
Alberto solo era la mano ejecutora con la que se cubría.
Pero está usted de suerte.
No pienso cobrar una sola peseta hasta que mis nuevos diseños se vendan como churros en las galerías.
-¿Vas a trabajar gratis?
-Mire, prestigio ya tengo en medio mundo y dinero me sobra.
Es el orgullo lo que me hace querer seguir trabajando aquí.
-Pues tiene gracia.
Porque fue precisamente tu orgullo el que nos metió en este lio.
Trabajaré a merced de las exigencias de las clientas y de las suyas.
Gerardo, ya sé que la humildad no es mi punto fuerte.
Y que soy terco como una mula.
Pero todo lo que he conseguido en mi vida ha sido gracias a eso.
Y sé que gracias a eso también conseguiré llevar a Velvet a lo más alto.
Además, creo que estas galerías y su gente lo merecen.
¿No?
-Si me cuestas una peseta de más, o veo a tu ego volver a asomarse por estas galerías, estás fuera.
¿Entendido?
-¡Rita!
¡Rita!
¿Qué tienes que hacer esta noche?
Bueno, da igual.
Seguro que lo que vas a hacer no es tan interesante como lo que te voy a proponer.
Busca a Ana.
Os quiero esta noche a las dos en la fiesta del Club de Campo.
-Prepárate que tenemos lío esta noche.
-¿Qué?
¿A dónde vamos?
-De la Riva nos quiere el Club de Campo.
-En el Club de Campo.
[♪ música animada] -¡Maximiliano, qué susto me ha dado!
-Lo siento, aún no nos han puesto cascabel a los dependientes, igual podría sugerirlo, Doña Blanca.
-¿Qué hace aquí?
Esperaba a Esteban.
-Esteban sí, tiene cosas que hacer.
Espero que yo pueda servirle.
Prometo no extralimitarme, a pesar de que estamos fuera de la hora de trabajo.
-Eso no ha tenido ninguna gracia.
Pásenme esas telas, por favor.
-No.
Son muy pesadas, lo único que conseguiría sería romperse la crisma.
-Yo lo hago, baje.
-Como podrá imaginar, no es la primera vez que hago esto.
Pásenme las telas.
-Ah.
-Cuidado.
Baje.
Está bien.
[♪ música sensual] [murmullos] -Bueno, que el tren sale a las 12:00.
Que vengo a despedirme.
-Bueno, dame un beso, Pedro.
Ten cuidado con la cerveza, que dicen que allí es lo único que beben.
-Sí, pero yo soy más de vermouth.
-Buen viaje.
-Bueno... ¿Le lleva los chorizos de mi parte a Manolito?
-Llevo los chorizos, llevo el queso, llevo la bufanda de lana también.
Bueno, yo espero que no me paren en la aduana.
-Dale un beso muy grande, ¿vale?
Dile que me acuerdo mucho de él y me gustaría haber ido, pero... Bueno, ya ves tú.
Haceos una foto de recuerdo.
-¿Y qué más quieres que haga?
-Que se cuide.
Y que te cuides tú también.
Ten cuidado en el tren, no te pongas del revés, que te mareas.
[♪ música emotiva] Adiós, Pedro.
-Buenas noches.
Vamos a Alemania, a Asgurtan.
A Alemania no, que es muy caro.
Vamos a la estación, por favor.
Y dese prisa.
[♪ música emotiva] ¡Que te quiero!
¡Espérame!
-¿Que te qué?
-¡Espérame!
-¿Pero qué ha dicho?
No me he enterado.
-Pase.
Pepita me dijo que podíamos hacerlo aquí.
-Sí, si hay una cama no necesito más.
Aunque, faltaría... -Ah, el dinero, ¿no?
Claro.
Está todo.
-No te preocupes, todo va a salir bien.
Venga, desvístete y túmbate.
-¿Me va a doler?
-Tranquila, va a ser solo un momento.
Muy bien, apoya los pies, ahí, y abre las rodillas.
Tranquila.
-Buenas noches.
Disculpadme un segundito.
-¿Clara, no ha venido Alberto?
-No, no ha llegado aún, señorita Otegui.
[timbre telefónico] -Estará de camino.
-¿Y si no viene, Bárbara?
¿Y si tenemos que cancelar la boda?
No, de verdad que nunca habíamos discutido así.
-Que no, que es la típica crisis prematrimonial, pasa siempre.
Y Alberto es como todos los hombres.
Necesita tener su espacio, sus manías, sus pequeños secretos.
Una vez encontré una factura en el bolsillo de la chaqueta de tu hermano.
Era de unos pendientes de Cartier.
Unos pendientes que nunca llegué a ver, claro.
-No, pero seguro que no es lo que te estás imaginando.
-Cristina.
Pobrecita.
Eso no lo enseñan en los cursillos prematrimoniales, ¿verdad?
-¿Y la reina de la noche cómo se encuentra?
-Ay, Raúl, qué alegría.
Muchísimas gracias por venir.
-¿Cómo voy a perderme yo esto, mujer?
Bárbara.
Además, no soy el único, por lo que veo, ¿no?
Los duques de Vargas, el marqués de Villaverde.
Armando Gasalla, ¿pero este hombre todavía vive?
Mira cómo anda, con la edad que tiene.
No te falta nadie, cariño.
-No, ni aunque quisiera, mi padre no me hubiera dejado no invitarles.
-¿Y tu futuro flamante esposo dónde está?
Que tengo una noticia que darle.
Pues, debe estar al llegar.
-Bueno, mejor.
Rapto a esta preciosa sabina.
Bárbara, ¿podrás entretener a esta gente 20 minutos?
-Déjalo en mis manos.
-Gracias.
-Me gritó "que le espere, o que me esmere".
No sé, no tengo ni idea, no me enteré de nada.
Pero parecía como muy emocionado.
-¿Y entonces?
-Qué van a ser las dos semanas más largas de mi vida, Ana.
-Uy, hola, chicas.
-Hola.
-¿Pero qué significa todo esto?
-Quería darte la primera sorpresa de la noche, cariño.
Chicas.
Y con la estimable ayuda de esta señorita, se ha podido terminarlo en un tiempo récord.
-¿Es para mí?
-Claro, ¿te gusta?
-Pero Raúl, es... es maravilloso.
-Buenas noches, Clara.
-Buenas noches.
Don Alberto, la señorita Otegui le estaba buscando.
-Gracias.
Hola.
Buenas noches.
Siento el retraso.
Un pedido de última ahora.
¿Qué tal?
-¿Has visto a Cristina?
-No.
-Gerardo.
-¿Cómo estás?
-Hola, Gloria.
-Guapa.
[aplausos] -Estás muy guapa.
-Gracias.
Pensaba que ya no vendrías.
Alberto, lo siento muchísimo.
He estado muy nerviosa con la boda y tú has estado tan ocupado con los problemas del trabajo que me he tenido que ocupar yo de todo.
Lo siento.
-Ay, Dios mío.
-¿Vas a estar así las dos semanas hasta que vuelva?
-No lo sé Ana, pero te juro que me he puesto malísima.
Es que han debido ser los nervios de que se fuera y el taxi y todo.
Me están dando unos pinchazos en la barriga que no es normal.
Que ya me lo decía mi madre, que a mí los nervios me vienen fatal.
-Pues respira hondo, anda, y dame esto.
-Díselo a Raúl.
Dile que no puedo hacerlo, por favor.
-¿Que no puedes hacer qué?
-¿Estás lista?
¿Rita?
¿Estás lista?
-Bueno, yo me voy.
Mucha suerte.
-¿Cómo que te vas?
Pero no quieres ver la segunda parte de la sorpresa.
-No, no, quédate, quédate, un poco de apoyo moral, de verdad, que he tenido un diíta... -Vale, venga, me quedo.
Tranquila, me quedo.
-Bueno, cuando te dé la señal, subes.
Sí, un dos.
¡Va, va!
Perfecto.
Buenas noches.
Siento interrumpir esta sublime velada, pero necesito un instante de su tiempo.
De su tiempo y el de los novios.
Alberto, Cristina... Un pajarito me ha contado que no tenéis canción.
Así que me gustaría regalaros una, por lo menos hasta que encontréis la vuestra.
Espero la encontréis apropiada.
Con todo mi amor.
-Venga, ya.
-Que no, que no, que no puedo, -que estoy malísima.
-Que no lo puedes -dejar ahora sí.
-Que son cólicos esto, no.
Que no me sale la voz.
-Rita.
-No, no, que es que no me sale la voz.
-Pero solo tienes que decir "who, oh, oh".
-¡Perfecto!
-¡Yo no!
[♪ música romántica] -Alberto, lo siento muchísimo.
Sé que me he metido donde no me llaman, pero de verdad que voy a respetar todo lo que tú decidas.
-No pasa nada.
[aplausos] [♪ música rock] [aplausos] -Mateo, Mateo, Mateo.
Toda la noche esperando a estar a solas contigo.
-Hay más de 50 personas ahí dentro.
-Sí, bueno, pero ninguna demasiado estimulante.
Y además no puedo olvidar aquella noche vieja.
-Si te digo la verdad, yo tampoco.
-Ya veo, ya.
Porque no fue una noche vieja, sino un baile de la rosa.
-Bárbara, si me disculpas un momento.
-Y cinco años más tarde, la historia se repite.
-¡Clara, espera!
¡Espera!
¡Necesito hablar contigo!
¡Clara!
¡Espera!
-Hoy ha sido mi última jornada como secretaria, así que si no le importa.
-Mi finiquito, supongo, ¿no?
-Míralo.
¡Clara!
Pronto tengo una boda.
Necesito acompañante.
Eso y... Que no quiero estar sin ti.
-¿También me vas a besar en la boda?
¿Y me vas a presentar a tus amigos?
A todos los que no sean unos sátiros, sí.
-¿Y a tus padres?
Sí, lo de tus padres puedo esperar.
-¡Espera!
¿Ya te vas?
-Ya he dado la nota bastante por hoy.
-Bueno, solo has desafinado un poco.
-Sabes que cantar nunca fue lo mío.
-Has estado increíble ahí arriba.
-Bueno, ahora Alberto y tú debéis un brindis a toda esta gente.
-Y a ti las gracias por esta sorpresa tan bonita.
-Eres un amor.
-Bueno, me ha gustado mucho hacerlo, cariño.
Además, Ana me ha ayudado, ¿no?
Ha estado fantástica.
-Ana, doña perfecta Ana.
Ana lo mismo te cose un dobladillo que te baila un Rock and Roll.
¿Hay algo que Ana no sepa hacer bien?
-La verdad es que ha bailado estupendamente.
Y coser es normal que cosa también.
Cose como los ángeles porque lleva toda la vida en las galerías.
-¿Toda la vida?
-Sí, se crio en las galerías desde pequeña.
-¿No te estarán echando de menos en la fiesta?
-Me viene bien dar un paseo.
¿No tienes frío?
Si quieres te puedo dejar la chaqueta.
-No, gracias, no te preocupes.
Estoy bien.
-A la última persona que pensé que me encontraría aquí, es a ti.
-Raúl se empeñó y ya sabes cómo es.
-Menos mal, nos hubiéramos perdido verte bailar ese Rock and Roll.
-Qué vergüenza, Alberto.
¿Dónde has aprendido tú a bailar así?
Dudo que cualquiera de los estirados de esta fiesta se hubiera atrevido a bailar una canción tan moderna.
Y aquí estoy yo.
Toda la vida huyendo de esta gente y al final me voy a casar con la reina del Club de Campo.
-Que no.
Cristina no es así.
-Ya.
-¿Alberto?
¿Alberto?
¿Alberto?
-Todo está cambiando.
Mira, mi vida siempre fueron las galerías y tú.
Y para una vez que salí de ellas fue para irme a París contigo.
También yo necesito saber quién soy fuera de todo esto.
-Había olvidado lo fácil que es entenderse contigo.
-Será la experiencia.
-No.
Siempre fue así, Ana.
[♪ música romántica] -¿Alberto?
-Mañana te casas.
-Sí, mañana me caso.
-¿Qué pasa?
-Pues Cristina es la mujer perfecta.
Y hay algo en mi cabeza que me dice que estoy haciendo bien las cosas, pero no... -¿Alberto?
-Cristina.
-Es ella, ¿verdad?
Tu primer amor, la razón por la que te fuiste a Londres.
¿Qué tiene que ver eso ahora, Cristina?
-No me has contestado.
Te lo dije en París y te lo repito ahora.
Puedo soportarlo todo menos la mentira.
No me mientas nunca.
Quiero la verdad ahora.
-Ana.
Ana, Rita.
-Luisa.
Luisa, Dios mío.
-¡Socorro!
-¿Qué ha pasado?
Rita, llame a un médico.
-Doña Blanca, tengo que hablar con usted.
Sobre lo que le ha ocurrido a Luisa.
-¿Me buscaba?
-A partir de hoy sustituirá a Pedro en sus tareas como conserje.
Quiero que lleve esas telas al almacén y que ordenen los materiales por nombres y por orden de llegada.
Lo quiero antes de mediodía.
Y espero que para esa hora ya esté entregado el correo de la mañana que le espera en conserjería.
-¿Algo más, doña Blanca?
-Por supuesto.
Esto es solo el comienzo.
-Quiero hablar contigo un segundo de la boda.
-Mateo, te prometo que solo van a ser diez minutos.
Que es que si no se lo van a llevar y no voy a tener otro hueco, de verdad.
-Ha pasado algo.
Es la boda.
-¿Qué?
¿Nos van a casar?
-El vestido, Rita.
El vestido de novia de Cristina.
Ha desaparecido.
Support for PBS provided by: