
More than a Pretty Face
Season 4 Episode 2 | 1h 15m 9sVideo has Closed Captions
Ana’s fashion line needs Mateo’s return, causing tension. Clara faces her former husband.
Ana’s new fashion line hinges on Mateo’s return to Velvet. Mateo sets outrageous conditions for his return, but Enzo accepts every one. Clara prepares for an emotional reunion with her former husband.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

More than a Pretty Face
Season 4 Episode 2 | 1h 15m 9sVideo has Closed Captions
Ana’s new fashion line hinges on Mateo’s return to Velvet. Mateo sets outrageous conditions for his return, but Enzo accepts every one. Clara prepares for an emotional reunion with her former husband.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorshipESTE PROGRAMA TIENE CONTENIDO PARA ADULTOS SE RECOMIENDA DISCRECIÓN DEL ESPECTADOR -Ahí está.
-Ana Rivera se ha convertido en una estrella de la moda que no contenta con triunfar en nuestro país, también lo ha hecho en Europa.
-Quiero abrir la primera línea prêt-à-porter de Velvet, -Por desgracia para ti soy yo el que decide.
-El 60 % de las acciones de esta empresa son de tu padre, no tuyas, quiero verlo.
-Si consigues que sus números cuadren, les tendrás comiendo de la palma de tu mano.
-Te necesito, Mateo, te necesito para desarrollar el proyecto, los números, ya sabes.
-Pero para eso está Marco, ¿no?
-No, te quiero a ti.
-Ahora no.
Pero a la vuelta, cuando sea el dueño de casi la mitad de las Galerías, vamos a jugar a un juego que te va a encantar.
-La última voluntad de vuestro padre es dejaros todos los bienes, incluidas las Galerías Velvet al 50 %.
-¿Cómo?
-Tengo dos meses y siete días exactamente para presentar la colección masculina y me faltan manos, yo lo que necesito es un hombre.
-Una preguntita, señor De la Riva.
¿Cualquier empleado puede presentarse?
-Que creo que estoy embarazada.
-¿Qué?
A lo mejor esos síntomas son otra cosa.
-Si son gases, no te digo.
Venga.
-Cristina.
-No he venido de visita, he venido a quedarme.
-Rita, escuche que puede que sus síntomas.
Provengan de algo más serio, necesito volver a verla.
-¡Bu!
-Cristina Otegui.
-Alberto Márquez.
-No podéis ser amigos, Alberto, su familia y la nuestra no pueden mezclarse, sé que es difícil que lo entiendas ahora, pero con el tiempo entenderás que lo estoy haciendo por tu bien.
-"Querido Alberto, ya estoy en Velvet, pronto conoceré a tu admirada Ana, besos, Adele".
-Padre, por favor, ni siquiera sabemos si el proyecto es económicamente viable.
-Aquí está todo bastante claro, señor Cafiero.
-Me encanta tu propuesta, Ana.
Pero solo lo aceptaré si Mateo vuelve a Velvet.
[♪ Alba Llibre, Lucio Godoy: "Falling In Love”] -No, no, no, y mil veces no.
-Mateo.
-Me dijiste que solo te tenía que ayudar a convencer a Cafiero, y ahora me encuentro con todo esto.
-¿Y yo cómo iba a saber que te quería en la colección?
No sé ni qué decir.
-Es muy fácil, dile que no, Que no cuente conmigo.
-¿Ni siquiera lo vas a pensar?
-Pero ¿qué quieres que piense?
Me está pidiendo que abandone todo, la revista, Todo, por algo que no... -Por algo que sabes que va a funcionar, mateo, yo misma le diré a Enzo cuando terminemos la colección que te vas.
-¿Al terminar?
-Y en la revista te adoran, te esperarían el tiempo que hiciese falta.
-¿Un tiempo?
Un tiempo que tengo que trabajar con ese.
-No, que se vuelve a Italia.
-¿Ah, sí?
No, por no hablar de Clara.
-Mateo.
Nadie dijo que esto fuese a ser fácil, pero esta colección va a ser el futuro de la moda.
Además, me paso el día viajando alejada de mi hijo y de esta manera podría quedarme en Madrid, pasar más tiempo con él, verle crecer.
Te necesito, Mateo.
-Parecía una deliberación de lo más apasionada.
-Lo importante es que hemos tomado una decisión.
-¿Y bien?
-Acepto su oferta.
-Bravo.
-Pero bajo mis condiciones.
-Por favor, guárdate esos humos para quien te los aguante.
-¿De qué se trata?
-Nada de exclusividad, podré compaginar mi trabajo en la redacción y en las Galerías.
-No podrías cumplir con los dos.
-Si no puedo cumplir, usted me despide cuando quiera, señor Cafiero.
-¿Qué más quieres?
-El doble de lo que ganaba cuando me fui.
-La mitad de trabajo y el doble de sueldo.
-Padre, por favor, es absurdo.
-Absurdo, no, es lo que quiero.
-Está bien, concedido.
-Se ha vuelto loco.
-Superaremos sus expectativas, señor Cafiero.
-Bueno, entonces, no hay nada más que hablar, trato hecho.
-Señor Cafiero, todavía no he terminado la negociación.
Si vuelvo solo al despacho de Alberto.
-Ese es mi despacho.
-¿No te ibas a Italia?
-Sí, pedazo de mierda.
-Basta, Marco.
Te voy a contratar, Mateo.
Tendrás el despacho de Alberto, si es lo que quieres, pero Marco también será parte de la colección, seguirá cada paso, así que esta pelea de gallos se acaba aquí.
-Muchísimas gracias por todo, señor Cafiero.
-Gracias a ti, bella, y espero que a mí no me haya equivocado con vosotros.
-Seguro que no.
-Señor Cafiero.
Ha sido un placer hacer negocios con usted.
-Bienvenido de nuevo a bordo.
-Gracias.
Mañana nos vemos.
-Ese desgraciado se ha reído de mí y usted le ha dejado.
-Tienes que pensar a largo plazo en los negocios, Marco, Y la colección de Ana es el futuro, no tengo ninguna duda.
-Quiero volver a casa.
-Marco, aprovecha la oportunidad.
[risas] -No me lo puedo creer, menuda cara que se le ha quedado al panetone ese, y Enzo Cafiero comiendo de mi mano.
-Mateo, te has venido arriba negociando, reconócelo.
-Si volvía, no iba a hacerlo por la puerta de atrás.
-Pues ya verás cuando te mande a la mafia esta noche.
Gracias por todo.
-¿Estás de broma?
¿Sabes cuánto voy a ganar a partir de mañana?
Las gracias te las tengo que dar yo a ti.
-No lo haces por el sueldo.
-¿Sabes una cosa?
En el fondo, muy en el fondo... -Estabas deseando volver y lo único que te lo impedía era Clara, pero no te preocupes que todos hemos cambiado mucho estos años y han pasado muchas cosas.
Y has recuperado tu despacho, solo puede salir bien.
-He recuperado mi despacho.
Hasta mañana, compañera.
-Hasta mañana, Mateíto.
[♪ Billy y Steven Roues, Gary Solomon: "Woman's Intuition"] -Por fin.
Bueno, vaya horas, ¿eh?
¿Qué pasa, que no me vas a contar nada?
-Si acabo de entrar por la puerta.
-Eso no es excusa, venga, cuenta.
-Pues la reunión ha ido muy bien, a Enzo le gustó mucho el proyecto y me dio luz verde para que nos pongamos con ello.
-¿"Nos pongamos con ello"?
-Quiere que Mateo vuelva y se encargue de las cuentas.
-No.
Pero bueno, ¿en qué cabeza cabe eso?
¿En serio?
Claro, le has tenido que poner en su sitio.
¿No, Ana?
Le has dicho que ni en broma Mateo puede volver a estas Galerías.
-Clara, tengo que sacar esa colección adelante Y no tenéis ni por qué veros si no queréis.
-Bueno, no me lo puedo creer, Ana, ¿tú y yo, qué hemos hablado?
Que soy la secretaria de estas Galerías, ¿cómo no nos vamos a ver?
-Bueno, y eso de que eres la mujer más feliz del mundo, una mujer nueva, ya lo tienes superado, y una mujer no necesita un hombre para ser feliz, ¿qué?
-Ana.
-Clara, que ya sé que no va a ser fácil, mujer, pero que todos somos adultos.
-No, no, no, perdona, no va a ser fácil para él porque a mí ni me va ni me viene, que yo estoy más feliz que nunca.
- Tú me vas a volver loca.
-No, me vas a volver loca tú a mí, pero que no pasa nada, que está todo estupendo, que quiere venir, que venga, total, somos adultos y somos civilizados, pero bueno, unos más que otros.
Pero yo estoy muy feliz, ¿eh?
Como una perdiz.
-Tenía que haber visto a Mateo y la cara de Marco cuando su padre le decía que sí a todo.
-Me alegro por ti, hija, me alegro por ti.
-¿Sabes ese estuche de lápices de mamá que siempre me dices que te lo preste?
-¿Y nunca me lo prestas?
-Pues hoy sí, corre al taller a por él, anda.
¿Está bien, tío?
-Sí, estoy bien, hija, estoy bien.
-Que nos conocemos, ¿qué le pasa?
-Doña Aurorita ha fallecido ayer, al parecer sufría un cáncer desde hacía ya bastante tiempo.
-No tenía ni idea de que estuviese mala.
-Yo tampoco, yo tampoco, con el trabajo, el cuidado del niño, yo tampoco sabía nada.
-Lo siento mucho.
-El funeral es esta tarde en su casa.
-Pues yo lo acompaño y así me despido de ella también.
-Ya lo tengo, mamá.
-Muy bien, pues ale, dale un beso al abuelo que nos vamos.
-Alberto, espera, espera que te falta un poco, ¿vale?
Quieto, estate quieto, ven, ven aquí, dame eso, ven.
¡Ay, madre mía!
Ven.
Una, dos y, ay, cómo pesas, hijo.
-¿De verdad te vas a quedar aquí todo el rato?
-Sí.
-¡Bien!
-Me voy a quedar en las Galerías contigo, así que no vas a poder escaparte ni un solo día más sin hacer las tareas.
-Si yo no las hago, pregúntale a la seño.
-¿De verdad?
-De verdad.
-Venga, que todavía vamos a perder el autocar.
-¡Jorge, Miguel!
-A ver, espera.
-Que te enseño el estuche de lápices de mi madre.
-Ojito, ¿eh?
Que los tengo contados.
Qué tres, ¡madre mía!
¿Tú cómo estás, Rita?
¿Más tranquila o no?
-Sí.
Tengo cita ahora con el ginecólogo, estoy un poquito que no estoy.
-No te agobies, mujer, que donde caben dos caben tres.
-Ya, pero no sé.
Estoy preocupada.
-¿Por el embarazo?
Rita, Sabes que estando yo aquí no te va a faltar de nada, nunca.
-Gracias.
¡Venga, chicos, al cole!
-Alberto.
-A ver las carteras.
-Cuidado, no corráis, por aquí, ¡cuidado!
-Aquí, esta va aquí, venga, venga para allá.
-Vente, cariño.
-Venga, cuidado, cuidado con los coches, ¿eh?
Ahí.
-Muy bien.
A ver.
-Ahí te abre la puerta, espera.
Buenos días.
-Buenos días.
-Perdone, tengo cita con el doctor Quintanilla, Margarita Montesinos.
-El doctor la recibirá enseguida.
-¿Es el primero?
-Ajá.
¿Y usted?
-No, yo no estoy embarazada.
-Margarita, puede pasar.
[golpes en la puerta] -Adelante.
-Gracias.
Buenos días, doctor.
-¿Qué tal, Rita?
¿Viene sola?
-Sí, es que no quería preocupar a nadie, como no me decía usted gran cosa al teléfono, pues quería esperar a ver qué era.
-Está bien.
-Perdón por el retraso.
-Es el doctor Isasa, jefe de oncología del hospital, siéntese, por favor.
-¿Ha dicho oncología?
-Ha venido a hacerle unas pruebas.
-En sus análisis de sangre, hemos detectado algunos niveles descompensados, podrían indicar algo relativamente grave, la existencia de un tumor, quizás.
-Que yo se lo agradezco mucho, ¿eh?
De verdad.
Sí, sí, pero yo me encuentro bien, sí, es solo que últimamente está un poco cansada, si, si me podría, por favor, recetar unas vitaminas o algo.
Es que entre Pedro y el taller y los niños... ¿Tengo un tumor?
-Tenemos que hacerle más pruebas para saber exactamente a qué nos estamos enfrentando, pero... -Pruebas, ¿en qué consis...?
¿Cuándo?
-Sabemos que es una situación complicada de asumir, pero cuanto antes lo identifiquemos y empecemos a tratarlo, más posibilidades tendremos de superarlo con éxito.
-Rita, no se preocupe, está usted en muy buenas manos, lo más importante en este tipo de situaciones es cogerlas a tiempo, sabemos que la palabra "tumor" asusta mucho, por eso debemos empezar cuanto antes.
Mire, vaya a la sala de enfrente y ahí puede cambiarse de ropa.
Como le decía, el doctor Isasa quiere examinarla y hacerle algunas pruebas, pero vaya tranquila.
[♪ Bob Saker: "How Litlle We Learn"] [llanto] -¡No!
-¿Se puede?
¿No me digas que te vas a Italia?
-No, al final no sé cuándo me voy, pero parece que la cosa va para largo, vas a tener Marco para rato.
-Y yo que me alegro, me apetece que pasemos tiempo juntos ahora que vuelve Mateo y lo vamos a tener hasta en la sopa.
-Vaya, parece que las noticias vuelan.
-Sí, Ana me lo contó anoche.
-¿Y te contó también que se queda con mi despacho y tengo que mudarme a otro sitio?
- ¿En serio?
Bueno, pues lo siento, Marco.
-Sí, parece que Patillitas vuelve por la puerta grande.
-Sí, vendrá fardando como si fuera un pavo real, ya lo estoy viendo.
-Sí, pero, Clara, que esto no nos ponga mal, hemos estado muy a gusto sin él, ¿verdad?
-Verdad.
-Entonces, ¿por qué iba a ser distinto ahora?
[golpes en la puerta] Adelante.
-¿Nos llamaba, señor Cafiero?
-Sí, pasen, por favor.
-Sí, yo ya tengo lo que necesitaba, así que les dejo solos.
-No, no, quédate, Clara, por favor, puede que me venga bien tu ayuda.
-Claro.
-Señores, finalmente, mi regreso a Italia se suspende y seguiré en el puesto de director de las Galerías, lamentablemente, mi asistente personal se marchó antes de saber esta noticia y ya he encontrado un nuevo trabajo en Italia, por eso necesito que me ayuden a conseguir uno nuevo.
-Claro, señor.
Cafiero.
Usted dirá lo que necesita.
-Quiero una persona que domine las Galerías al que no tenga que ponerle yo al día, de nada, que su primer día trabajando a mi lado sea un día productivo.
-Perdone, y cuándo quiere que se incorpore esa persona?
-Cuanto antes mejor, ¿está claro?
-Nos pondremos enseguida a la búsqueda de candidatos.
-A media mañana, les quiero a todos aquí.
-¿No podría retrasar las entrevistas?
Estamos buscando un sastre para el señor De la Riva Y la verdad, estamos desbordados.
-Hay una nueva colección de la que hacerse cargo, así que mucho me temo que estar desbordados será la norma a partir de ahora.
-Es imposible.
No nos va a dar tiempo.
-Nos repartiremos el trabajo, doña Blanca, usted encárguese del sastre y yo... Clara, venga conmigo, por favor.
-Sí.
-Atentos, por favor, atentos, cuanto antes empecemos, antes acabaremos, atentos, por favor, el señor Cafiero ha pospuesto su viaje a Italia de forma indefinida, por lo tanto, seguirá al frente de las Galerías como director, eso sí, va a necesitar un nuevo asistente personal que será elegido entre los empleados de las Galerías.
[voces indistintas] Son conscientes de la oportunidad que supone este nuevo trabajo, el elegido trabajaría codo con codo con el señor Cafiero, viajaría con él tanto fuera como dentro de España y vendría a cobrar unas 8000 pesetas.
-¿Cuánto?
-8000 pesetas, yo no he visto tanto dinero en mi vida, ¿tú sabes lo contenta que se pondría Rita?
-Pues apúntate, que el "no" ya lo tienes.
-Don Emilio, no, ¿cómo nos podemos...?
-Clara se encargará de anotar a los candidatos, con orden, por favor, con orden.
-¡No, no, no, no!
-Pedro Infante, trae, lo escribo yo.
-¡Pedro!
-Pedro Infante en mayúscula.
De la una a la cinco.
-Que sí, hijo, sí, que me acuerdo.
-Vale, gracias.
[Voces indistintas] -Maite Moreno.
-Pues sí que tiene candidatos este cretino este.
-Bueno, cretino, cretino, ¿quieres que te apunte, Ana?
-¿Yo?
Ni loca.
-Pues haces bien porque así no pierdes el tiempo como el resto.
-¿Por qué?
¿Por qué?
-Porque el puesto es mío.
-¿En serio?
-Que sí, que te lo digo yo, mira, lleva todo el mes felicitándome por mi trabajo, y ahora que tiene la oportunidad de ascender a alguien, pues ¿a quién va a ascender, eh?
Y cuando ha venido tu tío y le ha hecho la propuesta, es que me ha guiñado un ojo.
- ¿Y a qué viene todo este paripé?
-Bueno, pues porque querrá que los empleados se sientan valorados, es que el señor Cafiero no da puntada sin hilo.
-Hija, si es lo que quieres, enhorabuena.
-Y ya verás cuando venga Mateíto y vea, vea que a todos los demás también nos va de maravilla.
-Clara, deberías dejar ya de.
-¿Qué?
¿De pensar en él?
Venga, yo no pienso en él, pero vamos, nada de nada.
-Nada de nada, no.
-¡Madre mía!
Madre mía!
Yo, asistente de Don Marcos, y yo, ya lo veo.
-Bueno, primo, no te emociones porque se ha apuntado la mitad de las Galerías.
-¿Pero quién hay mejor que yo para ese puesto?
De verdad.
Pero si yo trabajo de sol a sol, si yo voy hecho un pincel, buenos días, señorita Miriam, pero si yo, desde que estoy aquí, esto, esto, esto va mejor que nunca, de verdad, primo.
Las clientas están encantadas conmigo, y es que eso se nota, eso, yo, yo, eso yo lo toco... -Humilde, humilde también eres un rato.
-Primo, de verdad que si no me animo yo, ¿quién me anima?
Que, que necesito el dinero ahora más que nunca.
-Como todos, primo.
-¿Cómo que como todos?
Que no te, es que no te lo he dicho, que... -¿Qué?
Que Rita está preñada.
-¿Otra vez?
-Creo, sí, creo, bueno, está en él, está en el ginecólogo ahora mismo.
-¿Y eso del terreno hostil?
-Que no, que no hay terreno hostil, es útero hostil, pero es que debe ser que no hay barricada que se resista a un Infantes.
Sería otro Infante, ahora.
-Sí.
-¡Madre mía, qué agobio!
Me voy, primo, ¿bueno?
-Vuelva cuando aprenda a hilvanar, no, mejor no vuelva nunca.
-¿Va todo bien, doña Blanca?
-Más o menos.
-¿Y esto?
¿Esto qué es?
Esto es un atentado contra la costura.
¡Por el amor de Dios, fuera de aquí!
¡Fuera de aquí!
-Pues así toda la mañana.
-¿Así es como usted hace las puntadas?
-Ah, Señor, dame paciencia, pero dámela ya.
Mire, se lo voy a decir con la mayor suavidad posible.
Un orangután bien entrenado lo haría mejor que usted.
¡Os, os, os!
-Señor De la Riva, tiene que calmarse un poco.
Tiene que calmarse, por favor.
-Pss, eh.
¿Estás intentando coser el bajo de la chaqueta?
-Sí, pero con este panorama no puedo dar una.
-Es que no es así porque se ven las costuras, tienes que usar la puntada invisible.
-Que el nivel es muy bajo, mucho, tenemos un problema.
-Pero ya ha preseleccionado a dos, algo es algo.
-¡A dos de 30, dos de 30!
-Además, lo más comprometido es tomar las medidas y los arreglos, y aquí tenemos muy buenas modistas, las mejores, usted lo sabe.
-Ya está.
-Eso digo yo, señores, la prueba ha terminado, pueden marcharse.
-Un momento, señor De la Riva, lo siento, lo siento, si le da usted dos minutos, este chico lo tenía.
-Gracias por todo.
-Pero de verdad, dele otra oportunidad.
-Enhorabuena, Jonás.
El puesto es suyo.
-¿Cómo?
-Ha hecho un trabajo impecable.
-Pero si yo ni siquiera me he presentado.
-Lo acaba de hacer, tiene usted un talento natural, Jonás, fíjese en lo que ha hecho en un segundo, y si también tiene el valor que le supongo esta misma tarde aparcará ese uniforme de porta, porta cosas, y vendrá a trabajar conmigo al taller.
-Gracias, gracias, gracias, muchas gracias.
-Tiene hasta mañana para comunicárnoslo y hablar con don Emilio.
-¿Pero usted se ha vuelto loca?
Como me diga que no, me encargaré personalmente de arruinarle la vida.
¡Corra!
-Gracias.
Ah, lo tenemos.
-¡Primo, primo!
El puesto es mío.
-¿Qué?
¿Te has presentado?
¿Te has presentado en el puesto a mis espaldas?
Has jugado con el pan de mis hijos, primo, eso no se hace, tú estás jugando, yo le cuento esto a Rita... -No te estoy hablando de tu puesto de trabajo, que Raúl me ha ofrecido un puesto de sastre.
-¿Es broma, no?
-¡Qué broma ni qué broma!
El señor De la Riva me ha visto coser y el talento ha hablado por sí solo, he hecho una puntada invisible, finísima, primo, me la enseñó mi madre cuando tenía 12 años, y es que el albor, mira, puntada tras puntada, doblar, entrar a matar con la aguja, 1, 2, 3, ziz, zaz, zuz, puntada invisible.
-O sea te vas a poner a hacer dobladillos ahora.
-Coser es lo que me gusta, primo.
-Ya, ¿y luego qué?
¿Que vas a coser el tiro del pantalón al jugador de fútbol?
-¿A ti qué te pasa?
-¿Cómo que qué me pasa?
¿Tú has visto a algún hombre trabajar aquí en el taller hasta ahora?
Hombre, había uno, un señor muy antiguo, porque de hombre hombre no tenía mucho.
-Un momento, un momento, tú eso no lo sabes, además, sastres, hombres, hombres a puñados, no me seas antiguo, eh, primo.
-Mira, primo, me le vas a decir al señor De la Riva que ese puesto no es para ti.
-No.
-No, sí, y tú y yo ya pensaremos algo, pero algo más de hombres hombres.
¿Qué pensará la gente del pueblo sobre ti?
¿Tú lo has pensado?
Pues piénsalo.
-El ágape que vamos a servir está listo.
-He hecho que traigan todo lo que les gusta, me he estudiado a fondo sus entrevistas.
-¿Y el representante?
Porque, al fin y al cabo, es con él con quien vamos a negociar.
-Todo controlado, Enrique, no te preocupes.
No puede fallar nada.
Como haya que convencerle a Raúl de que va a ser otro actor, me pego un tiro.
-También he hablado con los empleados para que no le pidan autógrafos, ni fotos ni nada de eso.
-Muy bien.
-¿Necesitáis ayuda?
Puedo encargarme de, de... -Está todo bien, gracias, Cristina.
-Pues no lo parece.
Tienes mala cara, ¿por qué no te vas a casa?
Enrique y yo podemos encargarnos.
-Necesito sentarme un segundo.
[timbre de teléfono] -Sí.
-Puedo contestar una llamada.
-Muy bien.
Vamos allá.
-Vamos.
[♪ música movida] -Señor Santamaría, es un honor, le presento a mis socias, Patricia Alcocer y Cristina Otegui.
-Con unas socias así, cualquier negocio será un éxito asegurado.
-Es un placer conocerle, señor Santamaría.
-De eso estoy seguro, buenos días, ahora, si no les importa que vayamos al grano, mi agenda está repleta.
-Por supuesto, claro, por aquí.
-Señor Santamaría, ¿me puede firmar un autógrafo?
-Por supuesto.
-¿Y a mí, señor Santamaría?
-Porque mis admiradoras son lo primero.
-Es el pan nuestro de cada día.
-¿Qué le pasa a sus empleados?
Están todos demasiado serios, ¿no?
-Bueno, son profesionales, no, supongo que estará usted harto de que la gente le aborde... -No hay nada que me guste más que hacer felices a todos mis admiradoras, y no me creo que ninguna de ellas lo sea.
[risas] [aplausos] Gracias, gracias, gracias.
-Todos hemos estado de acuerdo En que usted era la única opción posible.
-Sí, efectivamente, no hay nadie que represente mejor que usted los valores de Velvet, elegancia, sofisticación, glamour.
-Sé perfectamente lo que significó, señorita.
-Señora, estoy casada.
-Señora.
-Bueno.
Y, además, sus películas son conocidas por toda España.
¿Hay alguien que no conozca "Lola y el bandolero"?
O "Llanto por un bandido".
-Sí, "La muerte espera en ronda", "La luna de Sierra Morena".
O mi preferida, "La cueva de los forajidos".
-"La cueva de los forajidos", no es mía, es de Américo Brunetti.
-Es italiano no le llega ni a la altura de los zapatos.
-Por supuesto, ha sido un... -No.
Faltas de respeto, no, lo siento.
-Humberto, por favor, escúcheme.
-No.
Me niego a trabajar con gente que no sabe distinguir el verdadero talento de la mediocridad más absoluta.
-Afortunadamente, usted no tendrá que trabajar con ninguno de ellos dos, señor Santamaría.
Usted trabajará mano a mano con el mayor talento de las Galerías, el diseñador Raúl de la Riva.
-Me suena.
-Pues precisamente es un gran admirador suyo, recuerdo la primera vez que fuimos al cine a ver una de sus películas, "Nacido para la horca", maravillosa, cuando terminó, yo le pregunté que qué le había parecido y él me dijo: "No tengo ni la más remota idea", no se había enterado de nada del argumento, ¿sabe por qué?
Porque estuvo toda la película admirándole a usted, estaba profundamente conmovido con su actuación, estaba tan fascinado que no pudo mirar nada más, cuando salimos a la calle me dijo: "Cristina, yo no puedo morirme sin vestir al menos una vez en la vida a Humberto Santamaría.
Hace un momento dijo que lo más importante para usted eran sus admiradores, ¿de verdad va a darle la espalda al mayor de ellos?
-Si lleva tanto tiempo esperando este momento, puede que sea un poco impactante verme así de repente, ¿no?
-Ya le hemos preparado.
-¿Y qué tiene que ofrecerme?
-Yo creo que lo mejor es que se lo cuente él mismo, lo más importante en este momento es que se conozcan.
-¿Vamos?
-Por favor, caballeros.
[♪ Christian Padovan: "Oh oh baby"] -Buenos días, Raúl.
-Sentimos molestarte, pero tenemos una visita muy importante.
-Eh, sí, claro, pasen, bueno, está todo un poco manga por hombro, pero es lo normal en un taller de costura, ¿no creen?
-Te presento a los señores... -No hace falta, no hace falta, enrique, señor Santamaría.
Un honor conocerle, soy un gran admirador de su trabajo.
-Eso me han dicho.
Así que aquí es donde trabaja el gran Raúl de la Riva, no está mal, señoritas.
Pero esto en París está desfasadísimo.
-Porque es una referencia, ¿verdad, Raúl?
-Bueno, es un estilo clásico, atemporal.
-¿Y bien?
¿Qué es lo que quiere de mí, señor De la Riva?
No pretenderán que me ponga algo así, por un momento pensé que la propuesta pasaba por llevar uno de estos modelos.
-En realidad, lo que habíamos imaginado es que fuera la nueva imagen de las Galerías Velvet.
-De mi colección.
-Esto.
¿Esto es su colección?
-Mire, señor Santamaría, no le permito que hable con ese desprecio de mi trabajo, yo lanzo algo nuevo cada seis meses y creo que usted no está en condiciones de decir lo mismo.
-¿Podemos tranquilizarnos y profundizar un poco la propuesta?
-Ricardo, vámonos de aquí.
-Señor Santamaría.
-A mi despacho.
-Señor Santamaría, por favor, espere.
-Mi representado no tiene nada que tratar con Velvet.
Humberto, si me escucha... -¿No me ha oído, señora?
-Me gustaría decirle que... -A mí me gustaría decirle que ha sido un placer hacer negocios con ustedes, pero lamentablemente no ha sido así.
-No saldrá de aquí si no escucha lo que tengo que decirle.
Quiero disculparme por el temperamento del señor De la Riva.
-Si la envía ese engreído y no es capaz de dar la cara... -No, no me envía él, es orgulloso y terco como una mula, no le pedirá perdón ni ahora ni nunca.
-Si está intentando hacer que vuelva, ha empezado mal, pero que muy mal.
-Podría decirle que a partir de ahora todo irá como una seda y que Raúl se comportará como un corderito con usted, pero no quiero mentirle, Raúl es un genio.
Y usted sabe perfectamente cómo funcionan, ¿de verdad va a decirme que no le ha gustado lo que ha visto?
Esa colección puede hacerles muy grandes a los dos.
-Y a Velvet también, ¿o cree que me chupo el dedo?
-Mire, soy algo más que una cara bonita y un carisma desbordante, ¿o cómo cree que he llegado hasta aquí?
-Todo tiene un precio.
-Desde luego.
Y por el que me han ofrecido, no soporto otro ego que no sea el mío.
-Pues negociemos.
[♪ música movida] -Tengo que reconocerlo.
Ha sido tu mejor actuación.
-Tú tampoco has estado mal tanto tiempo al lado de una estrella tiene recompensa.
-Humberto... -Te dije que podría doblar su oferta y lo he hecho, ¿no?
- Sí, pero es que no es suficiente.
Llevas demasiado viviendo por encima de tus posibilidades.
-Eso es cosa mía.
Vamos.
-Que me da igual que salga en todas las revistas.
¡No, no y no!
No pienso vestir a semejante mediocre divo de mercadillo, antes hago ropa para el circo, fíjate.
- ¿Tú sabes lo que nos ha costado traerlo hasta aquí?
Y te lo quieres cargar con un ataque de vanidad.
-¿Vanidad?
¿Pero tú has visto con qué desprecio estaba hablando de mi trabajo?
-Raúl, cálmate.
Humberto es un artista.
-¿Y yo?
¿Que soy un ficus?
Patricia, yo también soy un artista y no pienso tolerar que el primer pelagatos que llegue se burle así de mis diseños.
-Nadie se está burlando de tus diseños, lo que intento decirte es que es un hombre con mucho ego.
Las estrellas de cine son así, Raúl, deberías saberlo.
Caprichosas.
-E imbéciles, imbéciles también.
-Es maleducado, pero es una estrella y la gente le admira y le adora, y si viste tus diseños, es hora que admiren y adoren todavía más tus trajes.
-Patricia, la gente ya adora y admira todavía más mis diseños.
-¿Entonces qué problema hay con que los lleve Humberto?
A la gente a la que le gusta tu trabajo le encantará, más prestigio, más imagen, todo positivo.
-No está todo perdido.
Quiere más dinero.
-¡Já!
-¿Cuánto?
-El doble, y Humberto Santamaría es nuestro.
-¿Podemos pagarlo?
-Podemos.
-No voy a aguantar ni un solo desplante más, ¿está claro?
Yo también soy una estrella y no pido el doble porque yo no trabajo por dinero.
-Como no teníamos suficiente con una estrella, ahora tenemos dos, menuda batalla de egos que nos espera.
-¿Estás bien?
-He vuelto a marearme, no pasa nada.
-Patricia, deberías ir al médico.
-No, ya se me pasa.
-¿Quieres que te lleve?
Vamos.
-Gracias por acompañarme.
-Lo mejor va a ser que te vean.
-Enrique, espero tu llamada, yo voy a avisar a Valentín para que esté al tanto de todo.
[♪ música emotiva] -Disculpe, ¿la señorita Ana Rivera?
Me gustaría reunirme con ella lo antes posible.
-Yo me encargo, gracias.
Soy Cristina Otegui, formo parte de la directiva de Velvet.
¿Usted es?
-Adele Lavigne.
-Los materiales que utilicemos serán fundamentales, necesitamos telas sencillas, pero de calidad.
-Y resistentes, si van a ser de uso diario, cuanto menos se deterioren, mejor que mejor.
-Sí, pero sin perder ni un ápice de elegancia.
Usaré raso para los bordados y algo de lentejuela y lino, bastante lino.
-Ah, Rita almacenó el otro día el último pedido, tienes que verlo, es divino, por cierto, hoy no ha venido, ¿sabes algo de ella?
-Está en el médico.
-¿Le ocurre algo?
-No, nada, estará al caer ya.
-Ana, ¿tienes un momento?
Me gustaría hablar contigo a solas.
-Con permiso, señor Cafiero.
-Quería pedirte disculpas por mi actitud de estos días, sé que he estado un tanto negativo con tu idea.
-Si con estar negativo te refieres a haber intentado por todos los medios que esto no saliera adelante, sí, has estado bastante negativo.
-Lo siento.
Ana, escucha, estaba equivocado, tenías razón, el prêt-à-porter es el futuro, los números de Mateo lo demuestran.
-¿A qué viene esto, Marco?
-Podemos hacer mucho dinero con esto.
-No es una cuestión de dinero.
-Para ti tal vez, pero mi trabajo es que estas Galerías sigan siendo rentables, y me he dado cuenta de que vuestro proyecto puede ser mucho más productivo de lo que habéis planteado.
-Pero eso es imposible, para producir más necesitaríamos un taller del doble que este.
-Construyámoslo.
-¿Me lo estás diciendo en serio?
-Claro, usaremos la zona de empleados, esos dormitorios nos darían un espacio enorme para hacerlo.
-¿Me estás diciendo que deje a mis compañeros sin techo por una cuestión de rentabilidad?
-Nadie vive en su lugar de trabajo, eso era antes, ahora estamos en los 60, ¿no?
-Por un momento creí que venías con buena voluntad.
-No seas infantil, Ana, claro que vengo con buena voluntad, quiero que seas grande, Que pases a la historia.
-Tendrás que buscar otra manera de conseguirlo.
-No tengo por qué hacerlo, y no necesito tu permiso para construir un nuevo taller.
-Marco, si haces eso, estarás declarando la guerra, y te aseguro que tienes todas las de perder.
-Pues ya verá lo nuevo que está preparando, ¿conoce sus colecciones anteriores?
-Bueno, mi jefe admira mucho su trabajo, así que trato de estar al día en todo lo que hace.
-¿Podría saber dónde trabaja?
-En Nueva York.
En un atelier, precisamente vengo aquí en busca de sus diseños.
-Vaya, pues no hay tiempo que perder, debería estar aquí, pase, por favor.
Marco, te presento a Ade... -No.
En otro momento.
-Le ruego le disculpe, estamos desbordados de trabajo.
-No pasa nada.
-Doña Blanca, ¿ha visto a Ana?
-¿Ana?
Estaba aquí hace un momento, no creo que tarde en volver.
¿Les puedo ayudar yo en algo?
-Le presento a Adele Lavigne, trabaja en un atelier de Nueva York y está muy interesada en proponerle algo a Ana con sus diseños.
-Encantada.
Es una noticia estupenda.
-¿Cuándo cree que podré ver a la señorita Rivera?
Si no está aquí ahora, quizás sea mejor que anuncie mi visita y venga por la tarde.
-Me temo que la señorita Rivera tiene un asunto personal que atender esta tarde y será complicado, quizás mañana a primera hora.
-Imposible, mañana estaré volando a París, necesito ver hoy todos sus modelos, me interesa conocer el detalle de todo, incluso lo que creó como Phillipe Ray.
-Doña Blanca.
Ana no puede perder esta oportunidad.
-Denme un momento, yo me encargo.
-Gracias.
-Si es que me está retando, y lo peor de todo es que creo que sería capaz de hacerlo.
Sí, puede que sea una manera de presionarte, pero tú cuentas con la aprobación de su padre.
-Eso me preocupa más, puede estar actuando por venganza.
[golpes en la puerta] -Don Emilio, ¿está su sobrina con usted?
-Sí.
¿Pasa algo, doña Blanca?
-No, no, nada, Ana, menos mal que te encuentro, una mujer te espera en el atelier, ha venido desde Nueva York y está muy interesada en ver todos tus modelos.
-¿Qué?
-La señorita Otegui acaba de llegar con ella, pero parece algo importante.
-Si viene de Cristina, seguro que es muy de fiar.
-Ana.
Creo que debería subir, escucha, si Cristina no tiene nada que ver, puede que estés desperdiciando una oportunidad única para tu carrera.
-Si está muy interesada, volverá mañana.
-Me temo que no, mañana mismo se va a París.
-Entonces no podré verla, que tengo que ir a cambiarme para acompañar a mi tío al pésame de doña Aurorita.
-Yo se lo daré de tu parte.
-No, no voy a dejar que vaya solo.
-Yo iré con él, no te preocupes, tu tío tiene razón, puede ser una gran oportunidad, no deberías dejarla pasar.
-Está bien, la atenderé en el showroom, pero necesito algo de tiempo para preparar la colección.
-Muy bien, se lo diré, no creo que tenga inconveniente en esperar.
-Si puede ser a última hora de la tarde mejor, doña Blanca, gracias.
-A mi vuelta yo me encargo del crío, ¿vale?
-Gracias.
[♪ música emotiva] -¿Rita?
¿Qué ha pasado?
¿Estás...?
-No.
-Bueno, no pasa nada.
Bueno, si tenemos dos pequeñitos, ¿no?
Nosotros.
Además, cuando menos te lo esperas, la suerte llama a tu puerta.
-¿De qué estás hablando?
-El señor don Marco está buscando asistente y yo soy uno de los candidatos, Rita, que cobraría 8000 pesetas al mes, joder, si es que lo estaba pensando, y decía: "Si puedo pagar una niñera a los pequeños", o le puedo, le puedo pagar la universidad y podrían conocer la playa de Torremolinos.
O vale, le podría comprar la bici... que no pasa nada, sí teníamos mucha ilusión, pero, pero somos muy jóvenes.
Sí sabes que sabes que nos queda mucho tiempo juntos.
Que tenemos toda la vida.
Y, además, que cuando quieras volver a intentarlo, tú sabes que yo estoy encantado.
-Venga, que me tengo que ir a trabajar, Pedrito, que me llevo acá quedando toda la mañana, luego me cuentas qué tal con don Marco.
-El trabajo es mío, el trabajo es nuestro.
[♪ Thomas Richard Smith Sr.
: Lonelyville] -Muchísimas gracias de verdad por este recibimiento, no me esperaba nada así, estoy muy emocionado, Clara, gracias a ti también, de verdad, es importante para mí, volver a casa es importante, estar con todos vosotros, así que muchísimas gracias, y nada, deciros que Mateo está en casa.
[imita ovación] No, de verdad, tranquilos, está todo bien, Mateo está en casa de nuevo.
[imita ovación] Tranquilos, no os mováis, no os mováis.
-Sí, dígame.
-Mateo, soy Ana.
-Hola, Ana, ¿qué tal?
Te puede la impaciencia, ¿eh?
No te preocupes, que en breve ya llego, oye, una cosa, ¿está todo preparado para mi recibimiento triunfal?
Si no hay un cartel enorme que ponga: "Bienvenido, Mateo", me voy a sentir fatal.
-Pues siento mucho decepcionarte, pero va a tener que ser mañana.
-¿Qué ha pasado?
-Tengo una reunión ahora, ha venido una posible cliente de Nueva York que quiere ver la colección, puede ser un buen momento para abrirse mercado allí, y no he podido decirle que no.
-Ya, bueno, me venía fatal de todas formas, tengo muchísimo trabajo acumulado en la edición de esta semana.
-Ya me imagino, lo siento mucho, Mateo, ha sido todo muy precipitado.
-Sí, sí, ha sido todo muy precipitado, la verdad, gracias por llamar.
-¿Nos vemos mañana entonces?
-Mañana nos vemos.
[timbre de teléfono] -Eres un sinvergüenza.
-¡Pero bueno, Raúl de la Riva!
-Que me tenga que enterar por Ana que vuelves a Velvet, no te lo pienso perdonar en la vida.
-Quería darte una sorpresa que sé que te encanta.
-Soy mucho más de celebraciones.
Y lo sabes.
-Siéntate, por favor, ¿un whisky?
--El mejor que tengas.
-Maribel, por favor, venga un segundo.
-Bueno, bueno, bueno, no está mal.
¡Oh, oh!
¿Qué has hecho?
Estás muy guapo.
Has adelgazado, ¿no?
¿Qué has hecho?
-Trabajo mucho y duermo poco, no falla.
-Sí, claro.
Por esa regla de tres, yo tendría que haber rejuvenecido cinco años, ¡ay, mi bigotitos!
-Maribel, por favor, dígale a Paloma que traiga el bourbon del 42 que tengo reservado.
-Veo que has aprendido la lección.
-Supongo que he madurado.
¿Qué tal las cosas por las Galerías?
-Bueno, iba todo maravillosamente hasta hoy.
-¿Qué ha pasado?
-Han contratado a Humberto Santamaría para ser la imagen de mi nueva línea masculina.
-Pero es muy buena noticia, el tipo es toda una estrella.
-Es un cretino, no te puedes hacer ni idea con los humitos con los que ha venido.
-¿Más altos que los tuyos?
-Qué mala idea tienes, con lo buena persona que yo soy, ya verás, estoy viendo venir que voy a tener unas broncas con la actorcillo que van a superar las tuyas con Clara.
-No entres ahí, ha pasado mucho tiempo, los dos lo tenemos superado.
-Ya.
Lo que yo te diga.
-¿Qué has dicho?
-¿Eh?
-¿Has dicho algo?
-¿Yo?
-Sí.
-No.
-Te he escuchado.
-Nada.
-Raúl.
-Nada.
[golpes en la puerta] -Adelante.
Gracias, Paloma.
-Retiro lo dicho, tú no vas a cambiar en la vida.
-¿Por qué brindamos?
¿Por Humberto Santamaría?
- Ah.
Por el regreso del cine mudo.
-¿Que Mateo no va a venir?
-Pues no.
Tengo que preparar una reunión muy importante, te aviso para que estés tranquila.
-Pues a ver qué hago yo ahora con este vestidazo que me he estrenado.
-Ay, Clarita, que cualquier malpensada diría que estabas intentando impresionarle.
-¿Yo?
Vamos, sí, hombre, no, no, yo ya he pasado página, lo que quiero es que sufra, que vea todo lo que se está perdiendo, y ojo que esto no son ganas de verle, que a esto se le llama orgullo.
-Bueno, pues nada, tu orgullo tendrá que esperar un día más.
¿Y ahora qué haces?
-Pues cambiarme, este vestido me lo voy a reservar para alguien que merezca la pena.
[♪ música movida] -Rita, ¿qué tal?
¿Cómo ha ido?
¿Qué te pasa?
¿Estás bien?
-Sí.
Por ahora no vas a ser tía, falsa alarma, no, no estoy embarazada.
-Pero yo creí que eso te iba a tranquilizar.
-Ya, yo también.
-Perdón, perdón si interrumpimos, veníamos a deciros que vamos... -Ya, ¿os vais al velatorio?
-Sí.
-Siento muchísimo no poder acompañarle, tío.
-No te preocupes, no pienso dejarle solo ni un momento.
-Al velatorio.
¿Y qué ha pasado?
-Ha fallecido doña Aurorita.
-No tenía ni idea, ¿cómo ha sido?
-Al parecer llevaba enferma más de dos años, pero nadie sabía nada.
-Supongo que no querría contarlo abiertamente, un cáncer es algo muy duro, parece ser que tenía cáncer de pulmón.
-Lo siento mucho, don Emilio.
Lo siento mucho.
Lo siento.
-Hija.
-Lo siento.
Cuando menos te lo esperas, ¿verdad?
-Anda, Rita, vamos, ven, ayúdame.
Ayúdame, que hay mucho que hacer.
-Sí.
-¿Tú estás bien?
-Sí.
-Mujer, que ya será para otra.
-Seguro.
-Enrique, ¿qué ha pasado?
¿Sabes algo?
-Todavía la están atendiendo.
-Oh, Dios, oh, Dios, he venido lo antes posible, cuando me llamó Cristina, casi me dio un vuelco el corazón, de verdad, que si le pasara algo a Patricia, yo, yo, que yo no sé, yo no sé qué haría sin ella, de verdad, Enrique, la quiero tanto, la quiero muchísimo.
- ¿No estás dramatizando un poco?
Solo ha sido un vahído, seguro que no es nada.
-Es que no podría permitirme que las cosas acabaran así entre nosotros.
-¿De qué estás hablando?
No sé.
-Bueno, últimamente, sé que puedo confiar en Enrique, últimamente nuestro matrimonio no va muy bien, hace mucho que no, que no pasa nada entre, entre nosotros, nada íntimo, no sé si me entiendes.
-Me hago una idea.
Sí.
-Al principio pensé que era cuestión de tiempo, ¿no?
Ir acostumbrándonos el uno al otro, que para mí también era algo nuevo esto de las relaciones, pero, pero ahora... ...ahora creo que me engaña con otro.
-No digas bobadas.
-Tú trabajas con ella.
¿No has notado nada?
Yo siempre he sospechado del dichoso italiano ese, Marco, es que la devora con la mirada, y a mí esas cosas no se me escapan, ¿eh?
Yo tengo como sexto sentido para esas cosas, por favor.
-Mira, no hay que buscarle tres pies al gato.
Es que es normal que las cosas se enfríen.
El matrimonio es la tumba de la pasión.
-¿Tú crees?
-No es que lo crea, es que lo sé por experiencia.
Patricia está muy enamorada de ti.
-Bueno, señora Alcocer.
Esto ya está.
-¿Es grave?
Esta mañana, con el mareo, he terminado de preocuparme.
-No, no se preocupe.
No está enferma.
¿Cuánto tiempo hace que no le viene el periodo?
-¿Cómo?
-Bueno, los síntomas son evidentes, y a tenor de las pruebas que le acabo de realizar.
Puedo decir con total seguridad que está usted embarazada.
-¿Qué dice?
-Sí, no tengo ninguna duda.
Mi enhorabuena, bueno, puede que su marido ya haya llegado y quiera hacerle pasar, estaré encantado de darle las buenas nuevas.
-No, no, no, no, no.
He venido con un compañero del trabajo y me gustaría hablar yo con mi marido a solas.
-Claro, por supuesto.
-Amor mío, ¿qué tal?
¿Cómo estás?
Qué tienes?
Da igual lo que tengas, yo pago el tratamiento que haga falta.
¿Cómo estás?
¿Bien?
-...gastroenteritis.
-¡Ay!
Menos mal, menos mal, cariño, menos mal, no sabes el susto que tenía encima, ¿no es verdad, Enrique?
-Entonces, ¿todo bien?
-Sí, todo bien.
-Sí.
Qué bien.
-Ahora lo único que quiero es irme a casa.
-Claro, a casa, vamos a casa, muchas gracias, vamos.
-Buenas tardes.
-Buenas tardes, somos amigos de doña Aurora, queríamos mostrar nuestro respeto.
-Por supuesto.
Pasen, por favor, yo soy Juan, un familiar.
-Le acompaño en el sentimiento.
-Gracias, gracias.
Han sido muchos meses luchando y al final, bueno, así es la vida.
-No sabe cuánto lo siento.
-No se preocupe, mi tía no estuvo sola todo este tiempo, mi propia madre pudo ocuparse de ella.
-Entonces usted es... -Yo soy Juan, el hijo de Petra.
-¿Petra?
Petra.
-¡Oh!
¡Oh, oh, Petra!
-¡Emilio!
¡Emilio!
Mírate.
Pero qué mayor estás.
-Hago lo posible por evitarlo, pero... -No esperaba encontrarte aquí.
-Fuiste tú la que se marchó, ¿cuándo has vuelto?
-Hace año y medio, cuando las cosas empezaron a ponerse peor para Aurora, me había vuelto a arruinar con la compañía, no tenía nada que hacer en Argentina, así que me pareció un buen momento para volver a casa y estar con ella.
-El maldito teatro.
-No, el bendito teatro.
-Sí.
Ah, perdona, quiero presentarte a Blanca, una compañera de las Galerías.
-Y una buena amiga.
-Encantada, Blanca, siento conocerte en estos momentos.
-Mi más sentido pésame.
-Se había cansado de luchar, yo creo que esta fue su negociación más difícil con la fama de peleona que tenía y mírala.
Ahí está.
Nadie puede con eso.
-Yo te hubiese ayudado de haberlo sabido.
-¡Uy!
Ya sabes cómo era de cabezota, no quería que lo supiera nadie, llevo año y medio haciendo el mejor papel de mi vida.
Hijo, ¿nos traes unos cafés?
-Claro, madre.
-Gracias.
-Yo sabía que había cambiado de local, pero desde que nació mi nieto ejercer de abuelo no te deja tiempo para otra cosa.
-Era un local mucho más grande, ¿no?
-Así es, pero fue trasladarse allí y el negocio se hundió.
-No pensaba que había sido tan duro.
-Yo nunca le conté la verdad, ese negocio era su vida y estaba acabando con la suya, y... Bueno, ¿qué hace una mujer como tú acompañando a este vejestorio?
-Petra, por favor.
-De verdad, es demasiado viejo para ti.
-¡Qué cosas se le ocurren!
-Por favor.
-Estás divino.
-Gracias.
-Madre, el padre Barahona ya está aquí.
-¿Me perdonáis?
Gracias.
-Venga con un par, con un par.
No puedo, no puedo.
-Dígame.
-¿Antonia?
Antonia, que soy yo el Jonás, ¿qué, qué tal todo por ahí?
¿Cómo va?
-Ay, hermano, ¡qué alegría que me das!
¡Qué sorpresa tú llamando!
-Bueno, tenía ganas de saber del pueblo.
-Ya, venga ya, Jonás, que nos conocemos, anda, cuéntame qué te ha pasado, que tú solo llamas para pedir dinero si se ha muerto alguien, ¿quieres que avise a padre o madre?
-No, no, no, no, no, no, no, deja a padre, tranquilo, que lo mismo hasta me puedes ayudar tú.
-¿Yo?
¡Madre mía!
¡Cómo está la cosa!
Oye, cuéntame en qué lío te has metido, no habrá que ir a sacarte de la cárcel, ¿no?
-Anda, Antoñita la Fantástica, qué cárcel ni que ocho cuartos, óyeme, que me han ofrecido un puesto de... ...ayudante de sastre.
Y no sé cómo va a sonar eso ahí, por padre me refiero, ¿cómo crees que se lo va a tomar?
-Hombre, pues fatal.
Fatal, Jonás, se lo va a tomar fatal, vamos, porque ya lo sabes, que por eso llamas.
-Anda que, Antonia, tú como ayuda no tienes precio, ¿eh?
-Pero vamos a ver, alma de cántaro, si ya se molestó cuando le dijiste que no te ibas a dedicar al andamio como él, aunque yo creo que te ve con una aguja haciendo un zurcido y por lo menos te deshereda.
-Lo sabía, lo sabía.
-Pero oye, que tú tienes que hacer lo que tú quieras, hermano, eso siempre, porque, además, ¿tú no vives a 300 kilómetros de este pueblo?
Es que no sé ni para qué llamas, vamos, que yo soy tú y estoy ahí y ya te digo yo que vamos, que otro gallo cantaría.
-Oye, muchas gracias, Antonia, te debo una, te debo una, ¡mua, mua!
-Adiós.
-Primo.
-¿Qué dices?
¿Ya se lo has dicho?
que tú no das puntada sin hilo, ¿eh?
-Mira, primo, yo no sé qué te ha dado a ti con este asunto, pero yo lo tengo claro, voy a trabajar en el taller, es mi sueño y voy a cumplirlo.
-Yo me muero y no te educo, ¿eh, primo?
Si tú sabes que de los sueños no se vive y de los sueños no pagan facturas, no... -¿Para qué quiero pagar facturas yo, si voy a ser un infeliz toda mi vida, ah?
Además, que voy a tener un buen sueldo.
-Mira, ven aquí.
¿Tú has pensado lo que diría tu padre?
Porque yo no te lo quería decir, pero sí lo he pensado, y mi tío Timoteo va a decir y va a hacer, va a coger un cincel y va a ir directo... -Bueno, mira eso es cosa mía, primo, ¿mmm?
Y si lo hace, pues se va a quedar sin hijo porque a mí no me importa lo que tenga que opinar, y tampoco debería importarte a ti, lo que tendrías que hacer es apoyarme como hago yo siempre contigo... -Si yo quiero lo mejor para ti, primo.
-Lo mejor para mí no es lo que a ti te gusta, sino lo que a mí me gusta, y a mí me gustaría, por ejemplo, dejar de trabajar contigo porque últimamente eres el jefe más pelma que he tenido.
-¿Pelma?
-Sí.
-Muy bien, pues vamos a hacer una cosa, hasta que te salga ese trabajillo de modista vas a tener que aguantar a este pelma te guste o no te guste, así que coge la carpetita y apunta.
-Usted dirá.
-Vedlo tan trabajador como su padre, así me gusta, ¿eh?
-Ya que me obligas a quedarme aquí, tendré que aprovechar el tiempo.
-Bueno, *sé que echas de menos Italia, pero sabes tan bien como yo que no es el momento, tus amigos lo entenderán, y Antonella también, se ha esperado tanto tiempo por la boda, podrá esperar un poco más tarde.
-Padre, si ha venido a asegurarse de que le sigo siendo leal, no tiene de qué preocuparse.
-Me alegro, después de lo de ayer al restaurante, pensé que estarías un poco enfadado conmigo.
Ahora lo importante es que la colección de Ana salga lo mejor posible.
-Es todo lo que quería oír, muy bien, me marcho, no es necesario que me acompañe, me sé bien el camino, y su tiempo vale mucho más aquí dentro, ¿eh?
Chao.
-Chao.
[♪ música movida] Hola, Enrique, soy Marco, ¿puedes pasar por mi despacho?
Tengo algo que proponerte.
Pues hagámoslo ya, entonces será una persona de mi confianza, necesito que esté a mi lado cuanto antes.
Clara, por favor.
-Sí.
Ya podemos comunicar quién será mi asistente.
Pedro Infantes, le quiero aquí enseguida.
-¿Pedro?
-Dígale que suba inmediatamente.
Voy a tener que salir y es importante que hable con él.
[♪ música movida] -Después de ordenar lo que estás ordenando, te vas a ir, ¿a dónde te vas a ir?
Te vas, te vas a ir al almacén, sí, que el almacén tiene una suciedad, el almacén, te va a salir a limpiarlo, fíjate.
y lo vas a limpiar muy a fondo, lo vas a dejar como los chorros del oro, ¿de acuerdo?
-Sí, señor.
-¡Pedro!
-¡Uy!
¿Y esto?
-Pues no será porque no te lo merecieras.
-Sígueme.
-¡No, no, no, no!
¿Me puedes explicar qué he hecho?
-Eso me gustaría a mí saber, pero has tenido que hacer una jugarreta muy sucia para que Cafiero te dé el puesto de asistente a ti y no a mí.
-¿Cómo?
Ah, ¿que a mí, que a mí me han dado el puesto de asistente?
¡Asistente!
¡Infantes es asistente!
¡La, la, la, la!
-Primo, primo... -Disculpen, disculpen, ¿qué te dije?
Es una se... -Sí, sí.
-Mira que te doy la segunda, ¡eh!
Sube, sube, que te están esperando.
-Pero alégrate por tus sobrinos, por favor, Clara.
-Venga, tira, tira, y a mí ni me hables.
-Perdón.
-Señor Cafiero, muchísimas gracias por esta oportunidad, no sabe la ilusión... -Ya habrá tiempo para la emoción, señor Infantes, ahora tenemos que empezar a trabajar.
-Sí -Adelante.
-Gracias, Clara.
-Ya sé que me ha dicho que no me emocione, pero le tengo que decir que muchísimas gracias.
-Siéntese.
-¿Aquí?
Joder.
Este asiento es bueno, bueno, bueno, porque estoy, estoy muy ilusionado de estar aquí con, con ustedes.
-Pero, Pedro, lo primero que espero de un asistente es no tener que repetirle las cosas dos veces, mal empezamos.
-Perdón, perdón, esto no va a volver a pasar nunca.
-Señor Infante, después de tantos... -"S".
Infantes.
Bueno, disculpe, usted me puede llamar Como usted quiera, es mi jefe... -Después de tantos años trabajando con nosotros, me he atrevido a proponerle para el puesto porque el señor Cafiero lo que necesita ahora es un hombre de su absoluta confianza, y estoy seguro de que usted no nos va a defraudar.
-Eso nunca, bueno, pero usted sabe, ¿usted sabe cómo me llamaba mi madre?
Me llamaba "Perrillo", pues no, no por un animal, porque también era un animal, porque era burro, burro, Burro, pero, sobre todo, por la fidelidad, porque era muy fiel, muy fiel.
-Pedro, usted se conoce las Galerías como la palma de su mano y cada empleado es amigo suyo, ¿verdad?
-Sí, no es amigo, familia o casi familia.
Porque también está Clara, que... -Pues bien, necesito que sea mis ojos y mis oídos en estas Galerías y que me informe de todo lo que ocurre abajo cuando se lo pida, y eso también implica discreción, ¿está claro?
-Clarísimo, me ha quedado claro como el agua.
-Esta es una nueva etapa para Velvet.
Y, señor Infante, Pedro, para seguir siendo grandes, necesitamos a empleados tan leales como usted.
-Espero que no me defraude.
-¿Puedo?
¿Puedo?
-Por supuesto.
-Sí, porque no... Que muchísimas gracias, de verdad, cuando se lo cuente a Rita, esto no se lo va a creer, muchísimas gracias, señor Otegui.
-Como ves, este es un pobre diablo, vas a hacer con él lo que quieras.
-Lo que quiero es hundir a Ana y su dichosa colección, no tengo ninguna duda de que eso es lo mejor para las Galerías.
-En ese caso, vas por buen camino.
-Vamos por buen camino.
Los dos saldremos ganando en esto.
-Ahora hay que poner a los suyos en su contra.
Sin ellos, Ana no es gran cosa.
-Ese será mi siguiente paso.
-Rita, pásame unos alfileres.
Rita.
Rita.
-¿Qué?
¿Qué decías?
-¿Qué te pasa?
-¿A mí qué me va a pasar?
-No sé, dímelo tú, llevas todo el día ida.
Rita, si tú no querías tener más hijos, algo me estás ocultando.
-No es nada, de verdad.
Ana... -Dime.
-Que tengo un mal día, ya está.
-Madre mía, no me lo puedo creer, que voy a tener que aprender italiano y todo, ¡ay!
¡Rita!
Adivina quién es el nuevo asistente del señor Cafiero.
Jonás, ¡qué soy yo!
¡Que soy yo!
-¡Pero qué tal!
-Pues verás cuando se entere Clara.
-Ese puesto era mío.
-¿Qué?
-Que me lo dijiste tú.
-Pero, Clara, ¿de qué estás hablando?
-Pues que me guiñaste un ojo, que me montaste un paripé delante de don Emilio y doña Blanca, y claro, ahora ha venido el imbécil de Enrique Otegui... -Clara, clara, te estás precipitando.
-¿Que me estoy precipitando?
Mira, yo me merezco ese puesto mucho más que Pedro porque estoy más preparada que él, eso seguro.
-Enrique me contó los problemas que están pasando Pedro y tu hermana.
-¿Qué problemas?
-Con los niños, apenas tienen para llegar a fin de mes, me recordó el sueldo que cobraba, y puestos a ayudar a alguien, creí que debía ser él.
-Yo no sabía que estaban apurados.
-Pero vamos, que si quieres le digo que todo ha sido un malentendido y te quedas tú con el puesto.
-No digas tonterías, sabes perfectamente que yo jamás haría una cosa así.
-Además, Clara, Clara, a ti no te va a faltar de nada mientras yo esté aquí.
-Mira, yo no he dependido nunca de nadie y menos de un hombre.
-Entonces, dime qué puedo hacer para que se te pase.
-Pues de momento dejarme sola.
-Pero, Clara, este aún es mi despacho.
-Muy bien, tú sigue pisoteándome.
[portazo] [timbre de teléfono] -¿Sí?
-Dime: "Te he echado de menos, Carlos".
-Carlos, ¿qué tal?
-Sí, pero no ha respondido.
-Que sí.
¿Cómo estás?
-Vengo de Los Ángeles, estoy a punto de embarcar en Chicago y mañana llego a Madrid, por fin.
-Ay, qué bien, no sabes las ganas que tiene Alberto de verte.
-¿Y tú?
Porque hace tanto que no nos vemos que quizás te has olvidado de mí.
-Que sí, además, ahora voy a pasar mucho más tiempo aquí, al final, la línea prêt-à-porter va para adelante.
-Felicidades, no sabes cuánto me alegro, de verdad.
-Ahora solo falta que pongan una línea aérea de Madrid a Madrid y nos veremos muchísimo más.
-O vivir juntos.
-Carlos, no me parece que este sea un tema para hablar por teléfono.
-Claro que no, tenía que intentarlo una vez más, ¿ya estarás recogiendo, me imagino, no?
-Casi, tengo una reunión muy importante ahora, alguien del mercado internacional, pero bueno, ya te cuento mañana cuando te vea.
-Y te invito a desayunar.
-Eso está hecho, aquí estaré.
Te quiero, Ana.
-Hasta mañana.
-Ana.
Te estaba buscando, doña Blanca nos dijo que podría recibir Adele al final del día, pero mañana viaja, no puede demorarlo más.
-Precisamente subía a eso ahora, llevo toda la tarde preparándolo.
-Estupendo.
Parece que puede ser una oportunidad interesante.
¿Y ya has pensado lo que vas a presentarle?
-He hecho una selección de lo más característico, creo que le puede gustar, aunque no lo sé, no la conozco de nada.
-Mmm, yo tampoco, pero tenía muchísimo interés en conocerte, al parecer, su jefe sigue tu carrera desde Nueva York.
-Cristina Otegui preocupándose por mí.
-Ana, yo hace mucho que enterré el hacha de guerra.
Y creo que ya he pagado suficiente por mis errores, ¿no te parece?
Confía en mí, te demostraré que soy una Cristina nueva.
-Está bien, vamos allá.
-Bienvenida a mi segunda casa, aquí está todo, he intentado reunir los modelos más emblemáticos de todas mis colecciones.
-Son increíbles, eso es evidente.
Estoy deseando verlos.
-Claro.
Si me acompaña.
[♪ Angela Carol Brown: "I Found Love"] -Ha sido maravilloso, Ana, enhorabuena.
-Gracias, me alegra que le haya gustado.
-Has superado con creces cualquier expectativa, aunque he de reconocer que he echado en falta un modelo, uno de los más clásicos.
-Juraría que le he enseñado los más importantes de cada colección.
-No.
Le aseguro que ese no lo he visto, lo descubrí investigando la historia de los diseños de Velvet y parece que usted misma llegó a lucirlo.
Puede que hasta lo cosiera cuando trabajaba aquí.
-Pues tengo buena memoria si me dice cómo era.
-Sobre el pecho, dos piezas de gasa subían hasta el cuello y se anudaba justo aquí detrás con una lazada, llevaba un corte a la cintura y la falda tenía algo de vuelo, juraría que era de color rojo, un rojo intenso.
-Sí, ya sé de qué vestido me habla, pero... ...siento decirle que ese no era un diseño mío, es más, ni siquiera se encuentra aquí en las Galerías.
-Sí que está aquí Ana.
Yo misma me encargué de traerlo.
Si me dan unos minutos.
[♪ The Roues Brothers: "Daydreaming"] -Bueno, pues esto ya está, ¿eh, cariño?
Vas a dormir como un bebé, ¿mmm?
Bueno, y mañana nada de ir a trabajar, ¿eh?
mañana, todo el día en la camita, venga, adentro.
Vamos.
-Valentín, peor no siento... -¡Shh!
Tú debes descansar, cariño, por favor, a ver cuántas veces hemos sido tú y yo al médico, ¿mmm?
Pues eso, a descansar, ¿vale?
Así, si te encuentras así hoy, pues es, es lo que te conviene.
Escúchame, voy a ir ahora a cenar y enseguida vengo a hacerte compañía, si necesitas cualquier cosita... [campanilla] ¿Sí?
Venga, un poquito de azúcar a la tila, vamos.
-Valentín.
-¿Sí?
-Tenemos que hablar.
Yo sé que estos años no he sido la mujer perfecta.
-Bueno... -Que he estado siempre arisca y seca, te he tratado a patadas y me siento fatal.
Pero todo tiene una explicación.
-Bueno, cariño, quizá no sea el mejor día hoy para hablar de estas cosas.
-Valentín... -No, es que no estás bien.
Te duele mucho el estómago, entonces, eso hace que estés más irascible, y, además, con el trabajo... -¡Valentín!
-¿Sí?
-Quiero ser madre.
-¿Qué?
-Que quiero darte un hijo.
-Ah... Pero, pero, cariño, por favor.
Pero... ¡Ah!
-Este vestido es más tuyo que de nadie, Ana.
Por eso lo traje, a mí no me corresponde tenerlo.
-Disculpadme.
-Vaya, no, no sabía que ese vestido iba a provocar todo esto.
-No se preocupe.
Este vestido es muy especial para ella, bueno para las dos, para todo el mundo en estas Galerías, nuestro exdirector, don Alberto Márquez... -Ya.
Lo siento, no pretendía provocar todo esto.
-Ha pasado... -De verdad.
-...ha pasado mucho tiempo y todavía no nos hacemos a la idea de su muerte.
-¿Qué?
¿Que falleció quién?
-Alberto Márquez, falleció en un accidente de avión.
-No.
No, no, no, eso no es posible.
Mi jefe, el hombre que me habló de estas Galerías y de Ana Rivera, es don Alberto Márquez.
Y está vivo.
Don Alberto nunca se subió a aquel avión, el mismo escribía cartas cada mes y las enviaba a las Galerías.
-¿Cómo?
-Este es el contacto del atelier, él se encuentra allí.
-Mateo.
-Clara.
-Qué sorpresa, ¿qué haces tú por aquí?
-He vuelto.
-Los análisis confirman que se trata de un cáncer de pecho en fase dos.
-Pedro, te tengo que decir algo.
-Enrique, deberíamos replantearnos lo nuestro.
-¿Qué?
-Pues que son muchos años y que no tiene ningún sentido.
-He tomado una decisión, señor De la Riva, quiero el puesto de ayudante de sastre.
-Se va usted a estrenar con una colección única, un encargo histórico.
-Quiero que encontremos la forma de poder trabajar juntos.
Mira, ¿por qué no quedamos esta noche, nos tomamos algo?
-Necesito que cuelgue esto en la planta baja.
-Un poco de calma... -Un momento, un momento, ¿qué revuelo es este?
¿Qué pasa?
-Porque según esto, por culpa de Ana, nos vamos todos a la calle.
-Si sigue adelante, le advierto que haré defender nuestros derechos.
-¿Tú sabías que Alberto estaba vivo?
-Cristina... -Quiero las cartas, Carlos, ¡quiero las cartas ahora mismo!
-¿De verdad quieres leerlas?
Todas eran para Ana, todas.
Support for PBS provided by:
















