

The Designer
Season 1 Episode 5 | 1h 13m 8sVideo has Closed Captions
Alberto pursues his affair with Ana and Pedro’s girlfriend falls for Alberto’s assistant.
Alberto pursues his affair with Ana, Pedro’s girlfriend falls for Alberto’s assistant, and Luisa pays a high price for Don Francisco’s support.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

The Designer
Season 1 Episode 5 | 1h 13m 8sVideo has Closed Captions
Alberto pursues his affair with Ana, Pedro’s girlfriend falls for Alberto’s assistant, and Luisa pays a high price for Don Francisco’s support.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship-10 millones suponen un compromiso para mí.
Y quiero que tú también te comprometas.
-No me lo pongas más difícil.
-No me voy a casar con Cristina para que la gente conserve su puesto de trabajo, Ana.
No puedo.
-A lo mejor la solución de Ana no es tan mala.
Si te digo la verdad, solo veo dos opciones.
Salvar las galerías o estar con Ana.
-Cristina, ¿quieres ser mi esposa?
-Sí, quiero.
-No sé qué hago aquí, Alberto.
Esto solo nos va a hacer más daño.
-Alberto me ha pedido matrimonio y he pedido que seas tú la que se encargue de todos los preparativos de la boda.
-Voy a fijar la boda con Cristina para dentro de un año.
En un año, tú y yo vamos a lanzar la nueva colección con la que vamos a romper todos los moldes y anularé el compromiso.
-Y supongo que ya sabes cómo hacerlo.
-Muchas gracias por venir.
Quiero que diseñe la nueva colección para Galerías Velvet.
Yo quiero hacer de Velvet el nuevo referente de la moda española.
Venga a las galerías y le demostraremos todo nuestro potencial.
-Un diseñador hará una línea exclusiva para las Galerías Velvet.
-Cada una tendrá un encargo.
Aquella que mejor cumpla con su cometido será la encargada de ayudar al nuevo diseñador con la colección.
-Doña Blanca, disculpe.
Es uno de los nuevos empleados.
Viene por el uniforme.
-¿Le gusta mi colgante?
-¿No pretenderás aparecer aquí por las buenas y que me comporte como si fueras mi... -¿Hijo?
-Creo que deberías marcharte.
-He venido aquí para quedarme.
-¿Carmen?
Carmen, sé que muchas veces crees que soy demasiado dura contigo, pero eres mi hija y solo quiero lo mejor para ti.
-Luisa.
-Don Francisco.
¿Qué hace usted aquí?
-Necesitaba verla a usted.
-Creo que no le entiendo.
-Sí que me entiende, Luisa.
-Siento si en algún momento -Sí, sí, sí.
Está claro.
He interpretado mal su actitud hacia mí.
-Es una pena que quiera quedarse porque podría acompañarme a cenar algo al Alcalá.
-Yo agradezco mucho su propuesta, pero no creo que sea lo más apropiado.
-¿Apropiado?
Yo solo tengo hambre.
-¿Don Mateo te ha invitado a cenar y tú has dicho que sí?
-Por favor, no le digas a Pedro nada.
Te prometo que no va a pasar nada con don Mateo.
-Disculpe, don Mateo.
Entienda que estaba preocupado por mi novia.
-¿Su novia?
-Buenos días, don Emilio.
-Ha venido un hombre a hablar conmigo.
Se habló de Cuba, señora.
-Le aconsejo que siga el ejemplo del difunto Rafael.
Con esto será suficiente para no tener que verme nunca más.
-¿Alberto?
¿Eres tú?
-Necesito que me confirmes que esta es la chica que te vio.
-Sí.
-Todos tenemos mucho que perder si esto sale a la luz.
Y más ahora que tenemos menos dinero para intentar levantar estas galerías.
-Menos dinero y menos tiempo.
Gerardo ha hablado con el obispo a fija de la fecha de la boda para dentro de dos meses.
-¿Vas a decírselo a Ana?
-No la voy a alarmar con algo que sé que no va a suceder.
-Nos casamos en solo dos meses, Ana.
-¿Dos meses?
[♪ música alegre] [♪ canción en inglés] -Cuando llegue el señor de la Riva, el taller tiene que estar impoluto.
-Yo misma he supervisado los preparativos.
Avisaré a Rita para que esté lista.
-¿A Rita?
Sí, bueno, es buena costurera, pero quizás tú preferirías a alguien más de tu gusto, ¿no, hijo?
-No, Rita fue la mejor en las pruebas, no hay nada que discutir.
Se puede retirar, Blanca, gracias.
-No vuelva a hacer insinuaciones delante de los empleados.
-No te pongas así.
Ha sido sin intención.
Otra cosa sería que lo hubiera comentado delante de tu prometida.
-No sé lo que está jugando, pero no le va a salir bien.
-¿Dónde está el don Emilio?
-Creo que salió un momento, señora.
-Esperaba a la señora, pero claro, para esta clase de trabajo, mejor el servicio.
-Está todo, puede contarlo.
Y ahora, haga el favor de no volver por aquí.
-¿O qué?
-O se arrepentirá.
-Sabiendo lo que yo sé, no es bueno amenazarme.
Sobre todo para la viuda de don Rafael.
-Ya tiene lo que quería.
Márchese.
-Está viejo.
No se arriesgue conmigo.
-¿Y ella?
¿Cómo está?
-Hay cosas que no cambian nunca.
-¿Puedes pasar los bolsos, por favor?
Gracias.
-¿Nos deja un momento, por favor?
-¿Qué haces así disfrazada, hija?
¿Sigues con esa absurda idea de trabajar de dependienta?
-Voy a conseguir que Alberto y usted me tomen en serio.
-Claro.
Y para que veamos que eres capaz de dirigir las galerías, entonces decides que todo el mundo mande sobre ti, ¿no?
-Tengo mucho que hacer, madre.
-Escúchame, Patricia.
Si de verdad no quieres perder la oportunidad de que nos hagamos con el control de todo esto, no pierdas de vista a Ana.
-¿La costurera?
-Sospecho que siguen juntos.
-Eso es ridículo.
Alberto va a casarse con Cristina, todo el mundo lo sabe.
-Sí, pero no todo el mundo sabe que antes de eso iba a casarse con Ana y que cambió de opinión así, de repente.
Tú vigílala.
Y en cuanto veas algo raro, me avisas.
-No.
-¿Cómo has dicho?
-He dicho que no.
E insisto, tengo muchísimas cosas que hacer.
Pero seguro que usted puede sacar un hueco en su apretada agenda, ¿verdad?
Señora, si me disculpa.
-Le he entregado el dinero, como me pidió.
-¿Hay algún problema?
-Mucho me temo señora que, como le dije, volveremos a ver a ese hombre por aquí.
Abran las puertas.
¡Es la hora!
-Pedro, apaga eso, por favor.
-No, no es ocio, ¿eh?
Es patriotismo, que es la Copa de Europa.
En cuanto diga la alineación lo apago, pero tienes que entender que han roto mi radio, Rita.
-Pues allá tú.
Pero como te vea, doña Blanca, con lo nerviosa que ha estado y con la visita del diseñador, bueno, yo también que he tenido... ¡Apaga eso, Pedro!
-Ya está.
¿Bien?
¿Contenta?
-Bueno, tampoco creo que sea para ponerse así, ¿eh?
-Perdona.
[resopla] Si no es por ti, Rita, es por tu hermana Clara, que últimamente está muy rara.
De verdad que yo no sé qué hacer.
No lo sé.
¿Tú sabes lo que le puede pasar?
-¿Yo?
Ni idea.
Tendrá mucho trabajo.
-Pues a mí no me gusta nada que trabaje por las noches, ¿eh?
Nada.
-Pobre.
-Pedro, ¿estás aquí?
Don Emilio te está buscando.
¿Qué os pasa?
-Nada, el susto que nos has dado, que creíamos que a doña Blanca y que a Pedro se le iba a caer el pelo.
-¿Y tú qué haces aquí?
-La Copa Europa.
Los hombres y el fútbol.
A veces me pregunto si alguno es capaz de pensar en otra cosa.
-Bueno, yo mejor me voy que don Emilio tiene que estar como loco buscándome.
-No le habrás dicho nada de mi cena con don Mateo, porque eso del fútbol no me lo trago, Rita.
-Pues es la verdad.
¿Cómo crees que podría contarle eso?
No quiero matarle de un disgusto.
¿Y a qué viene eso?
No pasaría nada con don Mateo.
-No, ya he dicho que no.
-Y ninguna de las dos veces te has atrevido a mirarme a la cara.
¿Ha pasado o no ha pasado?
-Nos besamos.
-¡Clara!
¡Clara, qué cabeza!
¿Pero cómo se te ocurre?
Así es tu jefe.
-No lo sé, no lo sé.
Pero es que me llevo a un sitio carísimo.
Y me estuvo hablando de un montón de cosas.
Y bailamos y a mí se me fue la cabeza.
-¿Cuánto se te fue la cabeza?
-Hija, un beso, un beso.
-Bueno, ya está.
Tú olvídalo.
Lo importante es que no se repita.
No digas nada y a pasar página.
Tú no quieres pasar página.
-No, no, no.
Sí, sí que quiero pasar página.
Total, don Mateo, desde que sabe que tengo novio, no ha vuelto a mirarme.
-Ah, así que no te planteas nada porque no ha vuelto a mirarte.
Pues muy bien.
Sí, el mejor motivo.
-No, si encima tendré que aguantar la bronca.
¿No te fastidia con el lío que tengo yo en la cabeza?
-Bueno, ya está.
No digo más.
Pero la mentira tiene las patas muy cortas, que ya nos lo decía madre.
Pedro no se merece eso.
[♪ música alegre] -Clara, quiero hablar con usted de algo importante.
-Don Mateo, yo... -Hoy es un día muy especial, vamos a recibir a un diseñador muy importante y quiero que todo salga perfecto, ¿entendido?
Así que no quiero ni visitas, sorpresas, ni nadie que no trabaje en esta planta merodeando por aquí.
-[inaudible] -Bien.
Parece que todo está en orden.
-No sé si será suficiente, Mateo.
Esto nos tiene que salir bien.
-¡Saldrá bien!
De la Riva estará encantado con nosotros.
Le hemos enviado el chofer a primera hora de la mañana, como pediste.
-¿Cuánto tiempo tenemos hasta que llegue?
-15 minutos, más o menos.
¿Por?
¿Qué haces?
-No pretenderás que reciba a De la Riva así, ¿no?
-En cuanto terminen con eso, bajeN.
El señor De la Riva está a punto de llegar.
-Lo vas a hacer fenómenal.
Ya verás.
Le vas a demostrar que eres la mejor modesta que hay en las galerías.
-Yo con no meter la pata me conformo.
-Buenos días, señoritas.
Se me ha caído un botón.
Necesito que me ayuden.
-Por supuesto.
Deme un minuto.
Ese traje es azul marino, ¿verdad?
-Rita.
Rita.
-Ah, claro.
Pues nada, que lo haga la experta.
Que no hay nadie como ella, cosiendo botones.
[♪ música romántica] -Así que se cayó, ¿no?
-Sí, así de sopetón.
Una suerte que estuvieras aquí, la verdad.
-¿Y qué será lo próximo?
¿Agujeros en los bolsillos?
Contrólese, don Alberto.
-Te echo de menos, Ana.
-Y yo a ti.
-¿Sabes lo que necesitamos?
-Una seña, tres timbres en el pasillo y nos vemos en la azotea.
Así no tendré que romper todos mis trajes.
-Esto ya está.
De la Riva ni lo va a notar.
-Me basta con que quiera firmar el acuerdo.
-Sí, es importante tener un diseñador ahora.
Sobre todo porque te casas dentro de dos meses.
Cristina me lo contó, pero sinceramente, Alberto, esperaba que saliera de ti.
-Es que no quería preocuparte.
-¿Y qué esperabas?
Estoy haciendo su vestido de novia, ¿creías que no me iba a enterar?
-Es que eso no va a suceder.
Esa boda no se va a celebrar ni en dos meses ni nunca, Ana.
Antes voy a conseguir el dinero para pagar a Gerardo.
-¿Dos meses te parece suficiente?
-Don Alberto, ya está aquí.
Acaba de llegar el señor De la Riva.
Como me dijo que le avisara cuando llegase, pues... Realmente no estoy seguro, pero es el coche que enviamos.
-Sí, ahora salgo, Pedro.
-Vale, disculpen.
-Esta noche cenamos juntos, tú y yo, solos en un restaurante.
Te prometo que todo va a salir bien, Ana.
[♪ música de centro comercial] De la Riva, buenos días.
Bienvenido a las Galerías Velvet.
EÉÉl es Mateo Ruiz, subdirector de las galerías.
-Un placer conocerle.
-Por favor, tutéeme.
Cuando me tratan de usted, me siento igual que mi padre.
-Pues no debería.
La educación no tiene nada que ver con la edad.
[inaudible] -Veo que siguen exactamente igual a como yo las recordaba.
-Quizás se acuerde de don Emilio, nuestro encargado.
-Espero que disfrute con la visita.
-Sí, tengo mucha curiosidad por saber cómo han evolucionado sus diseños en los últimos años.
[♪ música alegre] -¿Y ese es el famoso modisto del que tanto hablan?
-Sí, pero yo no sé qué va a diseñar.
-Dejen de chismorrear y vayan a su trabajo.
-Por lo que puedo comprobar, los cambios en los modelos han sido escasos.
-Trajes entallados, cortes simétricos -Sí, sí, es lo que es.
Es moda clásica.
-Es una forma delicada de decir "moda rancia para señoras".
-Esas señoras están pidiendo a gritos que les cambiemos la vida.
Mateo y yo solos no lo podemos hacer.
Por eso lo hemos llamado.
-Le necesitamos.
[♪ música alegre] -Por aquí.
-¡Ya vienen!
-Cada una a su sitio.
¡Vamos!
-¿Y este es el taller?
-Señoritas.
-No, no se levanten, sigan trabajando, por favor.
-Raúl, le presento a las mejores modistas de este país.
-Ella es Doña Blanca, la jefa del taller.
-Encantada, es un placer que nos visite.
-¿Con cuántas modistas cuentan?
-Ocho, todas con años de experiencia.
-Una 133/3.
-Las compramos hace seis meses, las mejores del mercado.
-Buen material.
-En caso de que acepte trabajar con nosotros, Rita sería su ayudante.
-Es una de nuestras mejores cortadoras.
-¿Podrían mostrarme algunas de sus últimas creaciones?
-Por supuesto.
-Aquí puede ver nuestras dos últimas colecciones.
Y aquí tiene unas piezas confeccionadas en el taller.
-Bueno, lo que me temía.
Parecen todos diseños de Pedro Rodríguez.
Por no hablar de la inevitable estola de Balmain.
-¿De quién?
-No, no, no, no.
Yo le aseguro que esto es todo nuestro.
-¿Han trabajado alguna vez con una pieza en línea trapecio?
¿Sin talle?
-Sin talle.
Bueno, es que a nuestras clientas -Nuestras clientas aún no se sienten cómodas con vestidos tipo saco.
-Eso quería decir yo, que mire que el saco -es la última moda, pero... -¿Le gusta a Balenciaga?
-Sí, mucho.
-Es el maestro.
Balenciaga es el arquitecto de la moda.
No tiene parangón, es el mejor, sin duda alguna.
Pero yo creo que debería acortar las faldas.
¿Usted qué cree?
-Bueno, no creo que mi opinión valga mucho, pero no creo que a los maridos de nuestras clientas les guste que sus mujeres vayan con la falda por encima de la rodilla.
-Ya.
¿Y a sus hijas?
-Ellas seguro que lo están deseando.
-¿Cuál es su nombre, señorita?
-Ana Rivera, señor.
-Un placer conocerla.
-Igualmente.
-Usted también.
-Gracias.
-¿Qué le pareció el taller?
-Tenemos muy buenos profesionales Raúl, muy buenos.
-¡Oh!
¡Cristina!
-¡No me lo puedo creer!
¡No me lo puedo creer!
-¡Raúl!
-¡Pero cuánto tiempo sin verte!
¡Esto es una sorpresa!
-Raúl, ¡qué guapo estás!
-¡No lo creo!
-¿Cuánto tiempo?
Muchísimo, muchísimo te he [inaudible].
-Siete años sin vernos, déjame verte.
Un momento, estás guapísima.
-¿Sí?
-Estás guapísima.
-¿Cómo?
¿Te casas?
-Me caso.
Bueno, nos casamos en dos meses.
-Yo no, es él.
-No, Alberto.
Alberto es mi prometido.
-Bueno, esto sí que es una sorpresa.
-Ya te contaré todos los detalles y ahora os dejo, que tendréis mucho de qué hablar.
-Me alegro tanto de verte, Cristina, tanto.
-Oye, dale un beso muy grande a tu madre de mi parte.
-Sí, seguro, se lo daré, se lo daré.
-Adiós.
-Mucha suerte en los negocios.
-Raúl, por aquí.
-Estás radiante.
-Gracias.
-Bueno, creo que ahora nos podemos tutear, ¿no?
-Sinceramente pensé, Alberto, que ibas a hacerme perder el tiempo y eso es algo que no soporto, pero me alegra ver que no ha sido así.
-Me alegra oír eso.
-De todas formas, nos queda hablar de lo más importante, ¿no?
-Dispara.
-Pero dispara sin tirar a dar, por favor.
-Tengo organizado un viaje a París para dentro de dos días y no tengo tiempo para hablar de condiciones.
Me gustaría dejarlo zanjado ahora.
Ya conocéis mi caché.
¿Podéis pagarlo?
-¿Otro coñac?
-Estamos cerca, pero quería proponerte algo, Raúl.
Tú aceptas cobrar la mitad y nosotros te damos un porcentaje de los beneficios futuros.
-¿Quieres que rebaje mi caché?
-No, no, no.
Queremos que formes parte de esta empresa.
Se trata de apostar.
Nosotros vamos a apostar por ti y tú apostarás por nosotros.
-¿Y para qué iba yo a arriesgar mi dinero?
Tengo un montón de ofertas en el extranjero y todas con una cantidad fija.
-¿Tú confías en tu colección?
Porque si confías tanto como yo, sabrás que lo que te propongo no tiene ningún riesgo.
Vas a cobrar una cantidad fija y un porcentaje de todos los vestidos que se vendan.
Se van a vender muchísimos.
De eso no tengo ninguna duda.
Si tú dices que sí, Raúl, lo firmamos esta misma tarde.
-Dos días, dos días contados, ya lo verás.
-¿Qué voy a ver, Rita?
-A mí, de patitas en la calle.
Primero me va a echar De la Riva, y luego la doña Blanca por jorobarla con el estirado ese.
Me va a dar una patada en el culo que esa bruja me tiene unas ganas.
-Ay, Rita, yo siento haberme metido antes -Anda, boba, que si no es por ti.
Es que me aturú, yo me pongo nerviosa, y de verdad que, en ese momento, solamente podía pensar en francés.
Que estoy aprendiendo para ponerme al día con los modistos, y así si me preguntan de la arriba no parezco una paleta.
Pues ya sabéis, Ives saint-laurent, givenchy, ¡Qué!
[♪ música alegre] -¿Qué tal ha ido la visita al taller?
-Creo que bien.
-¿Sí?
Me alegro.
Es muy importante para Alberto, espero que vaya bien.
¡Mira!
Este es.
Este es el que quiero.
¿A que es precioso?
-¡Precioso!
-No sé, al final vamos a tener los mismos gustos.
Aunque, la manga no me acaba de convencer.
-Yo le pondría manga francesa, favorece más.
-¡Ay!
En eso estaba pensando.
¿Y la tela?
-Seda.
Es la favorita de don Alberto.
-¿Cómo lo sabes?
-Bueno, llevo muchos años aquí trabajando.
Nuestra obligación es saber los gustos de la familia Márquez.
También le ceñiría un poquito más la cintura y le daría más bola a la falda.
-Parece increíble que yo vaya a ser la primera novia a la que le vayas a hacer el vestido, Ana con esa soltura.
¿Tú tienes novio?
No quiero ser indiscreta, ¿eh?
Te lo preguntaba porque si lo tuvieras y con ese talento, me imagino que le habrás dado muchas vueltas a tu vestido.
-Alguna.
-¿Cómo es?
-Pues la verdad es que se parece mucho.
-Es que es muy bonito este corte.
-Hola.
-Hola, ¿cómo fue?
-¿Qué ha pasado?
-Le gustan mis ideas, pero no vamos a llegar a un acuerdo económico.
-Bueno, si es cuestión de dinero, se puede arreglar.
Llamo a mi padre y le digo que... -Deja a tu padre en paz, que ya ha demasiado hecho por las galerías.
-Ay, Alberto, ¿pero por qué te cuesta tanto pedir ayudas si después del robo...?
-Es que, por favor, no quiero que tu padre se entere del robo, no quiero que se entere de nada.
Esto es un asunto mío.
Tengo que encontrar la forma de que diga que sí.
-Prometido.
¿Vamos a tomar algo?
¿Eh?
Y te explico cómo es Raúl.
Gracias, Ana.
-Gracias, adiós.
-¡Ay, Rita!
-¿Qué?
-Que me han acabado de llamar de aquí, de una clínica de Madrid, que dicen que tienen plaza para mi marido.
-¡Luisa!
-¡Ay!
-¡Ay, hija!
¡Qué alegría!
Por lo menos una buena noticia en el día de hoy.
-Pero tiene que haber sido don Francisco, ¿no?
Porque yo no tengo dinero para solicitarle plaza en ninguna clínica.
-Ese hombre es un ángel.
-Pues sí.
Sí, lo que yo no sé es cómo le voy a agradecer todo lo que hace por mí.
-Pero mujer, si esto no hay que agradecerlo.
Lo hace porque es un buen hombre.
Venga, vamos a celebrarlo tú y yo.
¿Vale?
Cógeme algo.
-Gracias por acudir tan pronto a mi llamada, Gerardo.
-A una mujer guapa siempre es difícil decirle que no.
-Siempre consigues arrancarme una sonrisa, ¿eh?
-De eso se trata, ¿no?
Creí que estarían Cristina y Alberto.
Al fin y al cabo, su boda es la que estamos preparando.
-Y, de hecho, el tema que quiero hablar contigo les atañe y mucho.
Porque entiende, Gerardo, que la visita de ese diseñador es ahora más importante que nunca, sobre todo después del robo.
-¿El robo?
¿Qué robo?
-El del hombre que entró de noche en las galerías y se ha llevado todo ese dinero, pero, ¿es que Alberto no te lo ha dicho?
-Ni él ni mi hija.
-Ya.
Bueno, supongo que que no querían que te preocupases.
Pero entiende que yo no te puedo dejar al margen de todo esto.
Después de todo lo que has hecho por nosotros, sería incapaz de mirarte a la cara con esa mentira a mis espaldas.
-Gracias, Gloria.
Está bien saber que se puede contar con alguien de confianza dentro de las galerías.
-Por supuesto, Gerardo.
Sabes que estoy aquí para lo que necesites.
Bueno.
Igual que tú lo has estado todo este tiempo, en que me siento tan sola.
-Pero es que eso no es lo que habíamos acordado.
-Es cierto, acordamos que yo te prestaba el dinero y dejaba en tus manos todas las gestiones de la empresa.
-Sí, exacto.
-Pero eso era antes, cuando confiaba plenamente en ti.
Sé lo del robo.
Y no porque tú me lo hayas contado, precisamente.
-Lamento si le ha molestado, pero mi única intención era no molestarle con un problema que no es suyo.
-¿No es mío?
¿No era mío el dinero que se llevaron?
-Este incidente no va a cambiar nuestro acuerdo.
Usted me dejó una cantidad y es la cantidad que yo le voy a devolver.
-Claro.
Pero para eso hace falta que puedas llevar a cabo los planes que habías previsto para esta empresa.
Los cambios que requieren de una inversión... -Puedo llevar a cabo los planes de esta empresa con el dinero que tenemos.
-Perfecto.
Entiendo que hasta ahora creías que no tenías que rendir cuentas sobre cómo y dónde gastabas mi dinero.
Por eso vine a hablar contigo.
Para que sepas que, a partir de ahora, el trato ha cambiado.
Y quiero que se me informe de todo.
-Bueno, Julián, poca cosa traes hoy, ¿no?
-Y esto no es para las galerías.
Viene de parte de una chica.
-Ya, ya, ya.
-No seas un rompecorazones.
-Un respeto, Julián, que es mi cuñada.
[♪ música alegre] Es un transistor, Julián.
Es un transistor, [inaudible] Un transistor.
Un transistor.
[♪ música alegre] -[inaudible] [inaudible] -¿Modisto?
¿Se puede saber qué es esto?
-Pero tú, ¿por qué me abrazas?
-Hoy no es mi santo.
Hoy no es mi santo, ¿no?
-Que me gusta verte contento, Pedro.
Que las cosas son como uno las mire y tú llevas mirando a las torcidas demasiado tiempo.
-Que con esto ganamos la tercera, Rita, por favor.
¡Eres la mejor cuñada del mundo!
[♪ música alegre] -Muchas gracias.
-Buenos días, don Francisco.
-Buenos días, Luisa.
¿Cómo estás?
-Bien, bien.
Esta mañana he recibido una buena noticia.
Han admitido a mi marido en una clínica de Madrid.
Supongo que será cosa suya.
Se lo agradezco muchísimo, mucho.
Pero no se tome más molestias.
Yo estoy ya muy contenta con recuperar mi trabajo y... -No es ninguna molestia.
Le dije que le ayudaría, ¿no?
Y eso es lo que estoy haciendo.
-Ya.
La próxima vez no hace falta que venga usted a por el vestido de doña Cayetana, se lo lleva Pedro a casa de mil amores.
-¿Sabes?
Me gusta venir a verte.
-Don Francisco, yo...
Le ruego que me disculpe.
Ha sido un malentendido.
Usted ha sido tan bueno conmigo que quizá ha malinterpretado mi gratitud con otra cosa.
Creo que esta situación no es conveniente para ninguno de los dos.
Le ruego, por favor, que a partir de ahora le pida a Doña Blanca que le atienda otra modista.
Espero que lo entienda.
-Pues la verdad es que no lo entiendo, Luisa.
No entiendo que después de lo que dije el otro día, usted admita que le ayude a salvar la vida de su marido, si usted no está dispuesta a agradecérmelo.
Ni sueñe con que va a perderme de vista.
Señorita, por favor.
Hasta pronto.
-¿Hola?
Hola.
He terminado pronto con el vestido y he pensado en devolverte la visita.
¿He tenido una buena idea?
-No es el mejor momento, Cristina.
-¿Qué te pasa?
-No estoy de humor.
-Alberto, soy tu prometida.
Puedes confiar en mí.
Cuéntame, ¿qué es lo que te tiene tan preocupado?
-El modista, ya lo sabes.
No lo vamos a conseguir.
-Ay, qué susto.
Pensaba que se trataba de algo más grave.
Voy a llamar a mi padre.
-No quiero que llames a tu padre, Cristina.
¿Qué haces?
-¿Papá?
-Deja eso.
Tantos problemas tengo con tu padre ya por tu culpa.
-¿De qué hablas?
-¿Ahora no sabes de lo que te estoy hablando?
-No, Alberto, no.
-Quiere formar parte de las decisiones de esta empresa y ¿sabes por qué?
Porque alguien le ha contado lo del robo y yo no le había dicho nada.
-Alberto, yo, yo no le he contado lo del robo, te lo prometo.
Yo yo solo te quería ayudar.
-¡Pues si quieres ayudar, vete y deja de meterte en mi vida!
[♪ música alegre] -Señorita Cristina.
¿Señorita Cristina?
¿Señorita Cristina?
¿Señorita Cristina?
Ya tengo el boceto del vestido.
-Si no te importa, lo vemos otro día.
-¿Se encuentra bien?
-Los hombres son...
Son tan cerrados a veces que no escuchan... Bueno, seguro que te ha pasado a ti con tu novio también.
Y una no sabe qué hacer ya para, para que las cosas vayan bien y, y lo peor es que te preguntas si, si irán bien algún día.
Pero no hace falta que te dé los detalles, ¿verdad, Ana?
Entre mujeres nos entendemos.
[♪ música alegre] [llamada entrante] -He visto a Cristina salir llorando.
Ella no tiene culpa de nada, Alberto.
Es la que menos culpa tiene de todo esto.
Lo está pasando fatal y no sabe qué hacer para ayudarte.
-A ver, ¿qué te pasa?
-Es que las cosas son muy complicadas para todos.
No consigues el acuerdo con De la Riva, pierdes a Cristina, así nada puede mejorar.
-Arreglaré las cosas con Cristina.
-Vamos, no se queden ahí.
¿Y tú no sales?
-¿Con quién, madre?
¿Con usted?
-No seas impertinente.
-Max ni me mira.
No sé lo que ha hecho, pero enhorabuena.
-Hay decenas de jóvenes en estas galerías.
Y fuera de ellas.
No sé qué le has visto a ese chico.
-Para empezar, es divertido y guapo.
¿O es que no tiene ojos en la cara?
-Ya encontrarás a otro, no te preocupes.
-Usted no lo encontró desde que murió padre.
[golpea la puerta] -¿Se puede?
-¿Qué hace la mujer más raqueteguapa de España?
-¿Y tú qué haces así vestido?
-Invitarte a tomar una copa.
Tú y yo en un sitio finolis.
¿Qué te parece?
-¿Ese ataque repentino de generosidad?
-Hombre, celebrar tu ascenso, ¿no?
No me digas que esta noche también trabajas, por favor.
Vale.
[inaudible] que me lleves a un sitio bonito.
-Te va a encantar.
-Pues me cambio y estoy en un momento.
Espera.
[♪ música alegre] -Por aquí, por aquí.
Cuidao, cuidao, cuidao, cuidao.
-¿Con qué?
¿Puedo abrir los ojos ya?
-No, no, todavía no, todavía no, todavía no, todavía no, todavía no.
-¡Pedro!
-Cuidado, cuidado, por aquí, por aquí.
¡Uy, la gallinita que da vueltas, la gallinita da vueltas, la gallinita da vueltas!
-¡Para!
-¡Ya está!
-Pero este es El Pausa.
-Sí.
-¿Este es el sitio tan especial al que pensabas traerme?
-Bueno, no es el de siempre, es especial porque es reservado, mujer.
Vamos, ni que estuviéramos aquí todos los días, ¿no?
-Mira, es el de siempre.
Reservado o no reservado.
-Cuidado, que aquí viene la gente de postina, al reservado, ¿eh?
-Mira, Pedro... -Oye, no te enfades, no te... Por favor, te pido que no te enfades.
Te aseguro, si hubieses ido por mí, yo te hubiese llevado a un club de estos finolis del centro, Pero es que entre la cena, las propinas, el taxi.
Porque yo no te iba a llevar en tranvía, clarita.
Te aseguro que no me alcanza ni para pagar en un mes.
-Muy bien.
Pues otro día más, como todos los días.
-Pensaba que te iba a hacer un poquito más de ilusión, ¿no?
-Anda, pide dos martinis.
Y si quieres, otros dos más para ti.
[♪ música bailable] -Cristina, quería pedirte disculpas por esta tarde.
Me he comportado como un imbécil.
Lo único que querías era ayudarme y... -No, no, no.
Yo sé que estás muy nervioso y que quieres hacer las cosas por ti mismo.
Yo no tenía que haberme entrometido.
-Lo siento, me he comportado como un imbécil.
Te juro que no va a volver a suceder.
Yo... -Yo... [imitando voz varonil] No te merezco, Cristina.
Eres la mujer más maravillosa del mundo.
Te estás disculpando, ¿no?
Dímelo.
-Buenas noches, Alberto.
No esperaba encontrarte por aquí.
-¡Patricia, qué sorpresa!
Pero ven, ven, ven.
Ven a sentarte con nosotros.
-Bueno.
Qué raro veros por aquí, no es uno de tus lugares habituales.
-No, ha sido una sorpresa y yo no sabía ni que existía.
-Ha sido cosa de Mateo.
-Bueno, será mejor que os dejes solos.
Que disfrutes de la velada.
-Adiós.
Es encantadora tu hermana.
Y quiero pasar el resto de mi vida contigo.
-Y quiero pasar el resto de mi vida contigo.
-Disculpas aceptadas.
Me encanta que tengas las cosas tan claras.
Si nos entendemos así de bien en todo, vamos a ser muy felices.
[♪ canción en inglés] -Y al final soy yo el que siempre tengo que ir a casa de doña Adela.
No es que me den miedo los chuchos que a mí los perros me encantan.
Pero esos no son perros.
Esos son lobos salvajes, por favor.
Yo ya le he dicho a don Emilio que si tiene que enviar un paquete, que lo envíe en taxi, yo no voy.
¿O no tengo razón?
-Comienza la segunda parte aquí en el estadio... -¿Estás escuchando la radio?
-Total, para el caso que me estás haciendo, por lo menos sigo el partido, ¿no?
-¿Eso es lo que tú entiendes por una cita romántica?
-Clara, por favor, no estábamos hablando de nada.
-Perdona, oye, en serio, no te... ¿Gento?
Clara, no te vayas.
Clara, oye, perdona.
-Clara, te estoy pidiendo perdón.
-¡Gol!
¡Gol!
-¡Gol!
-¡Gol!
-¡Gol!
-¡Gol de quién!
¿Di Stefano?
¡Di Stefano!
¡Gol!
¡Clara!
¡Clara!
-No me digas que tu hermano te tiene trabajando hasta estas horas.
-Por supuesto que no, madre.
No soy su esclava.
-Eso ya lo sé.
¿Qué hace levantada?
-Esperarte.
Para pedirte disculpas.
-¿Disculpas usted?
Eso sí que es nuevo.
Si está intentando que le ayude con lo de Alberto, puede ahorrarse el esfuerzo.
Alberto y Ana no están juntos.
Le seguí hasta un local en el centro pensando que se encontrarían y a la que me encontré fue a Cristina.
-Eso no puede ser.
-¿Es que no me ha oído?
-Les vi hablando.
Y por la manera en que lo hacía, no parecía que le supusiese ningún esfuerzo.
Buenas noches, madre.
[♪ música romántica] [♪ canta en inglés] -¿Cuánto hace que nos conocemos?
-¿Es una pregunta trampa?
-No.
-¿Cuánto?
-No lo sé, desde los 10, 12 años.
No me acuerdo.
-Desde los 10.
Fue en casa de mis padres.
No te hagas el sorprendido.
Si siempre lo has sabido.
Lo que pasa es que yo no te interesaba.
Y mis amigas siempre me decían que estaba loca por seguir esperándote.
Y ahora está pasando.
Y yo no me lo puedo creer.
[♪ música romántica] [golpes a la ventana] -¡Ay!
¿Pero qué pasa?
-Ana.
Ana.
-Duerme, duerme.
-Se ha alargado tu noche, ¿no?
-Sí.
-¿Qué tal con Cristina?
-Bien.
Hemos arreglado las cosas ya.
¿Sabes que he descubierto cómo puedes ganarte a De la Riva?
Mira, no podía dormir y me puse a revisar revistas de otros años y de repente vi esto.
Hace dos años le rechazaron una colección porque les parecía demasiado avanzada para los tiempos que eran, pero... -Tiene que ver con lo que estamos buscando.
-Claro, y yo creo que si Galerías Velvet le ofrece sacar esta colección, no va a poder decir que no.
-Te quiero mucho, Ana.
Te quiero mucho.
[estruendo] -¿Quién anda ahí?
¿Maximiliano?
¿Te has vuelto loco?
¿A qué viene semejante escándalo?
-Lo siento.
-¿Me puedes explicar qué estás haciendo en el pasillo de las chicas a estas horas?
No vendrás de ver a Carmen.
-No, no he venido de ver a Carmen.
Es lo que me pidió y es lo que he hecho.
Estaba buscando el botiquín.
-El botiquín está en el taller.
Y mírame cuándo te hablo.
¿Qué te han hecho?
-No es nada.
-¿Vas a explicarme por qué te han pegado o vas a seguir fingiendo?
-¿Ahora se interesa por mí?
-Allá tú y tus problemas.
Esta es una casa decente.
Aquí no queremos vagos ni maleantes.
¿Está claro?
-Tengo un alto de deudas.
No es asunto suyo.
-Si afecta a las galerías, lo es.
Debería haberte echado a la calle por el alboroto que has organizado.
-Está empezando a comportarse como una verdadera madre.
-¿Qué tal tu cita romántica de anoche?
-Para enmarcarla.
¿Sabes lo que hizo?
Me llevó al Pausa, sacó su transistor y se puso a escuchar el fútbol.
-¿Qué?
-Mira, yo quiero a Pedro como a nadie, pero así no podemos seguir.
Esta relación no tiene ningún futuro.
Si es así siendo novios, ¿cómo va a ser cuando estemos casados?
-¿Esto no tendrá nada que ver con don Mateo?
-Por favor.
-Tú sabrás.
Pero no te precipites.
No es fácil encontrar a un chico tan bueno como Pedro.
-Mira, yo lo que quiero es un hombre que me trate como me merezco y no un compañero de brisca.
-¡Clara!
Oye, necesito hablar contigo.
-Pues cómprate un transistor.
-Déjala ir.
-Me dejó plantado, Rita.
Supuestamente era una cita especial, ¿sabes?
-Llevarle al bar de todos los días no tiene nada de especial, Pedro.
-Ya.
¿Y qué es especial para tu hermana, si se puede saber?
-A ver, yo de mujeres no entiendo.
Y de hombres tampoco, pero yo creo que lo de escuchar siempre funciona.
-Yo escucho.
-¿Seguro?
-Buenos días.
-Por decir algo, porque últimamente no tienen nada de buenos.
Si está así por mis llamadas al orden, comprenda que es por su bien.
Ahora tenemos todos que poner lo mejor de nosotros.
-Claro, lo entiendo.
-No quiero que piense que disfruto amargándole la existencia.
-No, no, por supuesto que no.
Usted tiene otras preocupaciones.
Me gustaría aclarar lo que pasó la otra noche.
-No hay nada que aclarar.
Usted tiene novio y eso hay que respetarlo.
Y más si es tan celoso como el suyo.
-La verdad es que Pedro un caballero no es.
Y yo sé que no debería traer mis problemas personales al trabajo, pero es que no estoy pasando un buen momento.
-¿Qué ocurre, Clara?
-Yo nunca había mentido a Pedro.
No lo había engañado en la vida, se lo juro.
Solo fue un beso de buenas noches, nada más.
Todos tenemos momentos de debilidad, y a veces, si las circunstancias son tan especiales, es imposible evitarlos.
Pero eso no quiere decir que no quiera a su novio, ¿no?
En cualquier caso, si tiene dudas, lo mejor es cerciorarse.
No quiere pasarse el resto de su vida con el hombre equivocado.
Aclarado todo esto, ¿qué tal si me hace el favor de hacer una reserva esta noche para dos personas?
Clara, con algo de experiencia.
-¿A las nueve y media en el Alcalá está bien?
-Perfecto.
-¿Señor De la Riva?
-¿Perdone?
-Soy Patricia Márquez.
¿No me reconoce?
La hermana de Alberto.
Estamos muy felices de que haya entrado en el negocio familiar.
-Disculpe mi sorpresa, pero no esperaba verla vestida así.
-Bueno, es mi formación de carrera directiva.
Le aseguro que no estaré mucho aquí.
-No, no, me parece perfecto conocer el negocio desde abajo, la perspectiva.
-Sí, y tampoco viene mal echar una mano con la grave situación económica que estamos pasando.
-Siempre pensé que, tarde o temprano, tendría que deshacerme de estos bocetos.
-Esta colección es distinta, Raúl.
Solo hay que mirar la línea, los cortes.
Es inspiradora, es fresca, es contundente.
Esto es lo que yo estoy buscando.
Te aseguro, Raúl, que si firmas con nosotros, todos los locales de moda de Madrid van a estar llenos de mujeres bonitas bailando con tus vestidos.
Tú confía en mí.
-Dígame una cosa, señor Márquez.
¿Cómo voy a firmar un contrato con usted si no es completamente sincero conmigo?
-[inaudible] importa dejar atrás las formalidades.
Le aseguro que todo lo que he dicho sobre sus diseños es cierto.
-No, no, no, eso no lo dudo, no lo pongo en duda, no lo pongo en duda porque sé perfectamente cómo trabajo.
Pero si nos tuteamos es porque tenemos confianza y es justo lo que no tenemos porque no me ha dicho la verdad.
-¿Qué quiere decir?
-He sabido que Galerías Velvet está atravesando una situación económica bastante grave en estos momentos.
-No sé quién le ha dicho eso, pero le aseguro que... -Su hermana.
Me lo ha dicho su hermana.
-Es cierto que hace un tiempo pasamos por una mala situación, pero eso forma parte del pasado.
Usted no va a tener ningún problema a la hora de cobrar sus honorarios.
-Mire, le voy a explicar una cosa, señor Márquez.
No hay nada que le duela más a un diseñador que ver morir una colección antes de que vea la luz.
Y haría lo que fuera por recuperarla.
Pero le aseguro una cosa, jamás pondría en compromiso mi integridad artística y mi trabajo.
Y jamás trabajaría con alguien que me engaña.
-Siento no haber sido honesto con usted.
No volverá a suceder, Raúl.
-Ya, pero es tarde y ya no le creo.
No voy a trabajar con una empresa que me engaña antes incluso de firmar un contrato.
-De la Riva.
Por favor, espere.
-No hago tratos con mentirosos.
-Déjeme que me explique.
-No hay nada que explicar.
Lo siento mucho, Cristina.
[♪ música coqueta] -¿Cenamos esta noche?
-No, no creo que sea buena idea.
Además, tengo un avión a primera hora de la mañana para París.
-Pues perfecto.
No, porque si te vas mañana por la mañana, esta noche tendrás que cenar.
No me digas que diez años de amistad no valen una cena.
No puedes decirme que no.
Sopa.
-Estás muy guapa.
-A las ocho mando a mi chofer que te pase a buscar al hotel.
¿Te parece bien?
-Gracias por intentar lo de la cena, pero dudo que eso sirva para nada.
-Mi madre siempre decía que las grandes decisiones nunca se toman en los despachos.
Confía en mí.
-Buenos días.
¿Me permite un segundito?
-¿Qué pasa?
-Cállate y anda.
-Tú me estás haciendo daño.
-Eres inútil, ni siquiera vales para mantener la boca cerrada, Patricia.
-¿Se puede saber de qué me estás hablando?
-¿Cómo se puede ser tan tonta como para decirle a De la Riva que no tenemos dinero?
¿Qué quieres, hundirnos?
-Creí que lo sabía.
Nos han robado, no es ningún secreto.
-¡Tú eres imbécil!
Le digo a la policía que no diga nada y vas tú y se lo cuentas al primero que entra por la puerta.
-Es tu culpa.
Tenías que habérmelo dicho.
-Eres una niña mimada y malcriada.
Te voy a decir una cosa.
No voy a permitir que hundas las galerías.
¿Me oyes?
-Alberto, a mí no me amenaces.
-¿O qué?
-Doña Blanca, necesito que Ana me haga un favor urgente.
¿Se la puedo robar?
-Faltaría más.
Ana, deje lo que está haciendo y acompañe a la señorita Cristina.
[♪ música animada] -Gracias.
Buenas tardes, Elvira.
¿Le ha avisado a doña Gloria de que venía?
-Sí, señorita Cristina.
Me dijo la señora que podía disponer de la casa a su gusto.
-Estupendo.
Es una cena sumamente importante, así que todo tiene que salir a la perfección.
-Dijo que serían seis comensales.
-Sí, seis.
Dígale a las niñas que pongan un mantel de hilo, sencillo, sin demasiadas [inaudible] Que no queremos que distraiga la atención.
-¿Qué quiere que prepare para la cena?
-Pues no tenemos tiempo para encargarnos nosotros del menú, así que llame a Lhardy y encargue minestrone, volván de huevos con trufa y lenguado en beignet.
Y que Alberto se encargue del vino.
Muchas gracias.
-Enseguida.
¿Me permite su abrigo?
-No hace falta.
Gracias.
¿Te gusta?
-Es precioso.
-¿Sabes de quién es?
-Claro, de Raúl de la Riva, de la colección del año pasado.
-Esta noche viene a cenar.
-¿Ah, sí?
Este año he adelgazado un poco, así que yo creo que si le metemos un poquito de cintura, pues bastará.
-Es que esta tela es muy fuerte, si la metemos en la cintura se puede acampanar demasiado y él lo puede notar.
-Pues tú eres la experta, ¿qué propones?
-Descoserlo por atrás y plegar un centímetro.
Así podemos quitarle volumen sin tocar el talle.
-Adelante.
Conoces muy bien sus colecciones.
-Es que es un genio.
No solamente por los patrones, también los tejidos y los colores que utiliza.
Yo creo que va a llegar a ser uno de los grandes.
-Pues esta noche tenemos que conseguir que trabaje para nosotros.
-Ojalá.
Venga, vamos a probarla.
-¡Qué maravilla!
-Clara, de verdad lo siento.
Mira, sé que la otra noche no me comporté como el mejor novio del mundo, pero te tengo una sorpresa, -Mira, ya he tenido suficientes sorpresas contigo.
-Pero es que esta es diferente, mujer.
Que es de las que le gustan a las chicas.
Mira, esta noche tengo pensado... -Yo esta noche he quedado para cenar.
-¿Con quién has quedado para cenar tú?
-Eso no es asunto tuyo.
-Sí es asunto mío, porque eres mi novia, Clara.
-Pues será cuando te interesa, porque por delante mío está todo lo demás.
-¿Cómo?
-El fútbol, la Copa de Europa y María Santísima.
-No, eso no es verdad, Clara.
¿Me puedes escuchar un segundo?
-Mira, me disculpas que tengo que terminar este informe antes de salir.
-Don Mateo.
-Pedro.
Lucrecia, ella es Clara, mi secretaria.
-Encantada.
-Fue ella quien nos reservó en el restaurante.
¿A qué hora era?
Lo ha olvidado.
Ah, discúlpala.
Lleva muy pocos días en su puesto, le cuesta retener tantos datos en la cabeza.
-A las nueve y media era.
-Nueve y media, perfecto.
¿Le importaría pedirnos un taxi para dentro de diez minutos?
-Descuide.
Mejor veinte.
Espérame.
Es un encanto, Clara, no se quería sin usted.
[♪ música alegre] [risas] -¿Para qué la quiero, cuando es mucho mejor escucharte a ti?
-¿Por qué me quieres, Pedro?
-¿No te ha gustado?
-¿Por qué me quieres?
-Te quiero porque te quiero.
Eso no se elige.
Eso se siente, y ya.
-Pero ¿cuánto me quieres?
-Mucho.
Te quiero mucho.
Te quiero más que a mi vida.
Te aseguro que eres la dama más bella de este planeta.
¿Lo dices de verdad?
-¿Tú no te has mirado en un espejo?
¡Clara!
¡Clara!
¡Clara!
[♪ música animada] -Voy a plancharlo, ahora vuelvo.
-¿Qué tal?
-Bien, terminando.
-Ostras, tiene que salir bien, Ana.
Nos tiene que decir que sí.
Si Raúl no me odiase todo sería mucho más fácil.
Tenía que haberle sido sincero desde el principio.
¿Cómo no me va a odiar?
Si me odio hasta yo.
-No, yo no te odio.
Porque a ti te tengo engañada.
-Pues aprovechate mientras puedas.
-Alberto, De la Riva ya está aquí.
-Ahora bajo.
¿Puedo ofrecerle un whisky?
¿Un coñac?
-Ginebra con tónica, gracias.
[♪ música animada] -Buenas noches.
Perdonad el retraso, pero tratándose de una ocasión tan especial, había que estar a la altura.
-Estás preciosa.
-Me lo compré el año pasado en París, y desde entonces, no ha habido fiesta en la que no me pregunten por él.
Quería presentarte a Ana.
¿Ana?
-Pasa.
Ana es una de las modistas de las galerías.
-Sí, sí nos conocimos ayer.
Y me sorprendió muy gratamente en el taller.
-Gracias.
-Elvira, añada un servicio más a la mesa.
Ana se quedará a cenar con nosotros.
-Señorita Cristina, se lo agradezco en el alma, pero no creo que sea lo más adecuado.
-Ana estará cansada, igual prefiere irse a dormir.
-¿Cómo?
¿Y perder la oportunidad de charlar con su diseñador favorito?
-¿Es eso verdad?
-Sí.
-¡Con mi prima!
¡Se nube hoy Marquitos Rubial!
[risas] ¿Te acuerdas, mamá?
-Y luego Cristina quiso defenderme, inútilmente, claro.
Y al cabo de un rato pidió el servicio y cuando volvió se había subido cinco centímetros la falda.
-¡Y a su sor Ángela casi le da un infarto!
¡Que llamó a casa y todo!
Dijo que yo era un alma descarriada.
-Con esa cara de niña buena y mira cómo engaña.
Y si sois tan buenos amigos, ¿Cómo es que hacía tanto tiempo que no os veíais?
-La vida, supongo.
Nos ha llevado por caminos distintos.
A Raúl le llevó a París y a cambiarse de apellido.
Si quieres que te acepten en París tienes que tener un buen nombre.
Y por mucho que le duela a mi padre, Rivelles es un apellido poco internacional.
-Pues trabajar en París debe ser fascinante, no lo dudo.
Pero es una pena que tus diseños no se vendan en España.
-Díselo a los dueños de las galerías de este país que no traen mis patrones.
-Algunos lo estamos intentando.
-Y quizá los demás no se arriesguen porque no están seguros de que se vayan a vender.
-Me parece una opinión muy razonable.
Nadie quiere invertir su dinero en un negocio que no genera ventas.
-Sí, es una desgracia que nuestro país esté tan atrasado.
Y no es sólo en asuntos de moda.
Los franceses, por ejemplo, piensan que Dior es anticuado.
-Los tiempos cambian, las costumbres también.
Eso es lo que tenemos que conseguir.
-Pero gracias a Dios, algunas costumbres se mantienen iguales toda la vida.
-Pues no estoy de acuerdo con todos mis respetos, Gloria.
Las mujeres, por ejemplo, no son igual ahora que antes.
-Tú no, desde luego.
-Y no soy la única.
Las mujeres de ahora viajan, estudian.
Estamos pidiendo a gritos un aire de libertad.
Y eso es lo que inspiran tus diseños.
-Sólo falta que ahora me digas que si trabajo en Galerías Velvet voy a hacer que todas las mujeres lo vean.
-Bueno, y las que ya lo hemos visto no tendremos que irnos a París a comprar tus trajes.
Raúl, nos conocemos.
Yo sé que tú no trabajas sólo por dinero.
Trabajas porque quieres cambiar las cosas.
-No tiene que ver nada con el dinero.
Tiene que ver con la confianza.
Si quieres hacer negocios con alguien, no puedes mentirle.
-A veces, para que valoren tu talento te ves obligado a ocultar cierta información.
Y en eso, Alberto y tú os parecéis muchísimo.
Sois las dos personas con más talento que conozco.
Bueno, sin contar a mi padre.
-Es una encantadora de serpientes, siempre lo ha sido.
-Solo lucho por lo que me importa de verdad.
Raúl, si no firmas con Alberto te vas a arrepentir.
Y luego no quiero que me digas que no te lo advertí.
-Está bien, no quiero arrepentirme.
Crearé una colección para Velvet.
-No te vas a arrepentir, te lo aseguro.
-Alberto, eres muy afortunado.
Te casas con una gran mujer.
[♪ música parisina] -¿A dónde crees que vas?
-No creo que sea de su incumbencia.
-Te he preguntado, ¿a dónde vas?
Ya sabe que tengo asuntos que resolver.
-Toma.
para que arregles tus deudas.
No da buena imagen que vayas por las galerías con la cara de hecha un trapo.
Esto es solo por esta vez.
No te voy a dar nada más.
Y ni se te ocurra pensar que voy a tratarte como a un hijo.
-Llegas tarde.
-¿Qué has averiguado?
-Hice lo que me pediste.
Me metí en su habitación, pero te lo advierto una y no más.
Uno de los dependientes me vio en el pasillo de chicas y no sé ni cómo salí airoso.
-Bueno, pero lo hiciste, ¿verdad?
Tiene bastante dinero en una de sus cartillas de ahorro.
Supongo que ser jefa de taller durante años tiene su recompensa.
-Y ahora, dime cuándo vas a empezar a ganarte su confianza.
-Ya lo he hecho.
Por cierto, casi me partes la nariz.
Trabajo con mi cara, ¿recuerdas?
[♪ música de suspenso] [♪ música lenta] -Perdón.
-¿Quieres otro?
-Tenemos que hablar.
-No puedo, me tengo que ir.
-Será solo un minuto.
-Déjame en paz.
-Escúchame, escúchame Luisa.
Hablemos claro.
Tu marido tiene una cama en el hospital gracias a mi.
-Y yo se lo agradezco.
¿Crees que me importa?
Si quieres que tu marido siga allí, y tú conservar tu trabajo ven a verme a esta dirección.
Pasado mañana, a las nueve.
No te retrases.
[♪ música lenta] -¿Cómo te sientes siendo parte de la decoración, hija?
Está claro que tu hermanito ha conseguido su objetivo.
-Me da igual.
No se va a salir con la suya.
-¿Qué has descubierto?
-Yo hago a usted razón, madre.
Sigue con Ana, les he visto besarse antes.
-Lo sabía.
-Acabo con esta pantomima cuando yo quiera.
-No, sería tu palabra contra la suya.
Todo el mundo sabe que estáis peleados y nadie te creería.
-¡Señoras!
Gerardo.
-Ahora sí que tienes un buen motivo para ir a trabajar.
-Si no me necesitan, me voy.
-No, no, muchas gracias.
-¿Quiere que la acerque a las galerías?
-No, gracias, iré en el autobús.
-No me cuesta nada.
-Gracias, de verdad.
-Nos vemos mañana.
Buenas noches.
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-Dior está anticuado.
[risas] ¿Estás contento?
-Lo que has hecho esta noche ha sido increíble.
-No, no.
Lo que hemos hecho.
Tú eres un gran hombre de negocios y yo soy una encantadora de serpientes.
Ya lo has oído.
-Te debo una.
-Te quiero.
[♪ música parisina] -Sé que no debe resultar fácil estar cerca de Cristina fingiendo que la quieres y no confundir un poco la realidad.
Entiendo que quieras alejarte de ella.
-No, yo no me alejo de nadie porque esté confundiendo nada, Montego.
Yo quiero estar con Ana.
-Si tú lo dices.
-¿Qué te pasa?
-Que ya te vi cómo la besabas.
-No quiero esperar más.
-¿Qué quieres decir?
-Que quiero que lo hagas mañana.
-No creo que Blanca confíe en mí lo suficiente como para darme su dinero.
-Hasta ahora te ha funcionado la misma [inaudible] pobre hijo de nada.
-Pues será.
Si no pago toda la deuda, van a matarme.
-¿Cuándo vuelven a por el dinero?
-Mañana.
-Bien.
Me encargaré de todo.
-Mira lo que he conseguido.
Un piso de alquiler.
-¿Ha quedado con su novio?
-No es asunto suyo.
-No me importaría que lo fuera, Clara.
Es más divertida que cualquiera de las chicas que tengo en mi agenda.
-Suélteme, por favor.
[inaudible] -No montes un escándalo, ¿eh?
No sería bueno para tu trabajo.
-Yo creo que tu iniciativa de empezar a trabajar aquí no fue nada más que un arrebato de orgullo de niña mimada.
Creo que no has entendido cuál es tu sitio aquí.
-A lo mejor, el que no lo sabe eres tú.
Y eso de que no sé cuál es mi sitio, ya lo veremos.
-¡Uy!
-Ana, perdona.
-Nada, no te preocupes.
No ha sido nada.
-Si no he oído mal, se marcha mañana por la tarde.
-Bueno, espero por lo menos poder darle su regalo antes de que se vaya.
-¿Y si te digo dónde va a estar justo a medianoche?
Support for PBS provided by: